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España España · Madrid
Voto de paki:
7
Thriller En este desenlace de la saga Millennium la tensión se dispara. Tras el agónico final de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, puede que Lisbeth Salander haya sobrevivido a ser enterrada viva pero sus problemas están lejos de haber acabado. Está acusada de triple asesinato y fuerzas poderosas intentan silenciarla de una vez por todas. Mientras, Michael Blomkvist escarba en su oscuro pasado y pronto encuentra sus huellas. (FILMAFFINITY) [+]
8 de marzo de 2010
34 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto no es una crítica, es una despedida. Y yo soy de esas personas que no saben decir adiós. Soy de los que se despiden a pie de estación, sin una lágrima, mirando cómo se va un tren que nunca volverá. Con las manos apretadas en el bolsillo para no hacer un último gesto, con la tristeza en los ojos y la sonrisa en los labios, mintiendo un "hasta luego" que jamás llegará. Lo bueno es que, mientras se aleja el tren, se lleva las cosas que no gustaron: los reproches, los malentendidos y los desencuentros. Y la bruma de la pena, que siempre queda flotando detrás de esos últimos trenes, disuelve la amargura de los malos ratos para dejarnos solo el recuerdo de los buenos momentos. Será por eso, por despedirnos de todos ellos, que esta parte, la última, me ha parecido mejor que la segunda. Lisbeth ha quedado vengada. Los malos se han llevado su merecido. Michael estaba más guapo que nunca. Y, después de despedirme de ellos, me senté en el ventanal a contemplar una preciosa Estocolmo en la oscuridad de la noche. Todo estaba tranquilo y en paz. Pero yo estaba triste, y no precisamente por ver una mala película, sino, tal vez, por poner punto final a una grandiosa historia.

De Stieg Larsson no me he despedido. Después de compartir sus novelas con él, cerré la penúltima página de Millenium 3 en el mismo momento en que él apagó su ordenador, recogió sus cosas, apagó la luz y salió a la calle. Hacía frío en Suecia, pero no en el lugar adonde él se dirigía. Tenía un pasaporte con otro nombre en el bolsillo, un billete de avión para esa misma noche, un bloc de notas y un lápiz. Y una idea genial para desarrollar en dos mil nuevas páginas. Una nueva vida comenzaba. Pero, de momento, iba a descansar un poco. Se lo merecía.
paki
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