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Voto de Barón Vadeaux:
5
Drama Martín Echenique (Federico Luppi) es un director de cine argentino que lleva más de veinte años viviendo en Madrid. Detesta su país y se niega a recrearse en la nostalgia. Su hijo, al que todos llaman Hache (Juan Diego Botto), tiene 19 años y vive en Buenos Aires con su madre. Ni estudia ni trabaja; callejea y toca su guitarra eléctrica. Después de cinco años sin verse, vuelven a encontrarse en Buenos Aires cuando Hache sufre una ... [+]
30 de julio de 2007
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque acá lo que te mata es la humildad.

Lo cierto es que después de ver la parrafada pedante y entusiasta del señor Carlos Boyero en referencia a esta película, uno podía esperarse, no sé, algo por ejemplo...¿Profundo? ¿Diferente? Oh, no, no, en absoluto: Martín Hache es un curso de filosofía para Tías Marías.

Bien, veamos, la película es lo que uno se espera de Aristarain: una sobrecarga de guión, una técnica de cámara, fotografía y encuadres pobres y unos buenos actores. Sí, eso lo cumple. La diferencia es que en este caso el guión es bastante pobre, intenta tomarse en serio, ser trascendental, pero lo que dice no deja de ser un refrito de tópicos del psicoanálisis, verborrea izquierdosa y algún rollo medio bohemio sobre el arte. Claro, cuando una película parece apoyarse tanto en el guión, y el guión es normal... pues bueno, no es una buena película. Además, Truffaut ya lo decía, "los mejores guiones no hacen las mejores películas", y Aristarain nunca se dio cuenta. En este caso sólo es potable, osea que menos.

Pero bueno, en este caso tampoco es que fracase estrepitosamente, tiene buenos momentos, y la forma de explicar los topicazos intelectualoides mil veces escuchados antes es resultona. La mayoría de personajes resultan bastante creíbles, salvo por ese absurdo papel que le han dado a Cecilia Roth, aunque ella lo sabe llevar con dignidad. Es una película distraída, interesante, no aburre, pero sí, es pretenciosa, grandilocuente, solemne y está muy, muy lejos de la obra maestra que Aristarain se cree que ha dirigido.

Vamos, buena distracción para dos horitas, los discursillos más manidos de la intelectualidad muy bien interpretados con acento argentino y- cuando no- con una buena dosis de mariposoneo de parte de Eusebio Poncela. No entiendo, sin embargo, cómo puede alguien tomársela en serio. Se salva por el trabajo de los actores, el rollo intelectualoide medio resultón a veces y alguna situación carismática. Sin eso, sería para tirarla a la basura a los cinco minutos. Me quedo con "Lugares comunes", gracias.
Barón Vadeaux
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