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Finlandia Finlandia · Alicante/Alacant
Voto de Kosti:
8
Drama Maria se encuentra atrapada entre dos mundos. En el colegio, esta chica de 14 años, tiene los típicos intereses de una adolescente, pero cuando está en su casa debe seguir los dictados de la Sociedad de San Pablo y su tradicional interpretación del catolicismo. Todo lo que Maria piensa y hace debe ser examinado ante Dios. (FILMAFFINITY)
22 de diciembre de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Camino de la cruz’ (Dietrich Brüggemann, 2014) es la historia de Maria, una chica de 14 años en la que la adolescencia empieza a asomar, pero es contenida por una estricta aplicación de un fundamentalismo católico en el que todos sus actos, pensamientos y palabras están sujetos a la perpetua mirada de Dios y de sus discípulos. Catorce episodios que narran el particular calvario de una niña que vive atrapada entre la libertad que le otorga la vida moderna y las cadenas religiosas y familiares que le impiden volar. Pero Maria sabe que todo su sufrimiento se verá recompensado. Una película que fue presentada en el último Festival de Berlín, donde ganó el premio al mejor guión, así como la Espiga de Plata y el Premio FIPRESCI de la Seminci de Valladolid.

Lo primero con lo que nos enfrentamos es con un plano secuencia completo que forma la primera parada en el camino de Maria, y así hasta sus 14 pasajes completos, sólo dejando un plano aéreo y dos cambios de plano en secuencias distintas. De esa manera podemos apreciar de forma muy clara la sobriedad que Brüggemann pretende inyectar a su historia, un hieratismo radical que recuerda a muchas películas del centro de Europa, como la reciente trilogía ‘Paraíso’ de Ulrich Seidl, y con la que encontramos algunas similitudes narrativas y de temática: una fe radical, el despertar de la adolescencia, los temas tabú, el abuso de poder,… aunque en realidad Brüggemann va por otros derroteros. ‘Camino de la cruz’ es el reflejo de una parte de la sociedad que vive aislada de la realidad actual, de forma consciente, negando toda bondad a aspectos de la vida cotidiana que rechazan sin apenas entenderlas o catarlas. La curiosidad de Maria, dada su corta edad, refleja perfectamente el lado opuesto, el querer descubrir por uno mismo qué se esconde detrás de lo prohibido, qué se puede encontrar si se arriesga y contradice los cánones de unos ideales que le han sido impuestos. En ese aspecto, Lea Van Acken, que es quien da vida a Maria, representa muy bien las dos caras de su personaje: por un lado la niña frágil que obedece a su madre y sigue estrictamente las pautas establecidas por su Iglesia, y por otro la adolescente que se enamora y quiere descubrir más cosas. Ésta ansía libertad, y aquélla padece un enclaustramiento propio de una mente adoctrinada en un catolicismo férreo. Pero uno de los dos lados se impondrá irremediablemente. En ese punto es donde los planos que elige Brüggemann, acertadamente, encuentran su máxima representación. Sus encuadres estáticos sirven de “cárcel” particular de ese adoctrinamiento extremo por el que hacen pasar a Maria. Ella permanece quieta en el encuadre, sin posibilidad de salir de él, sin tener en su mano la elección de romper la barrera y escapar.

Otro de los aspectos más poderosos de esta película es Franziska Weisz, o lo que es lo mismo, la madre de Maria. Es el contrapunto a la dulzura e inocencia de su hija. Nos es presentada como una madre severa, poco amorosa y bastante alejada de la típica imagen de madre abnegada. Despierta cierta animadversión en el espectador, y eso es debido, en gran parte, a la interpretación que realiza: cruda, visceral y directa, una mujer que trata a su hija meramente como si de un soldado de Dios se tratase, un símil al que se hace referencia en una Iglesia que lleva la interpretación de su creencia de forma fundamentalista y extremista, como si de un ejército se tratase, y cuya principal arma es alejar a todos sus miembros de los aspectos modernos que están denostando su religión. Weisz, a pesar de dar ese toque de frialdad a su personaje, resulta, en el fondo, un rayo de luz cálido y agradable para una película que de por sí lleva adherida la etiqueta de desoladora, porque esa es la sensación final, el poso que deja ‘Camino de la cruz’, una desolación descomunal que rasga la mente, el alma y el corazón.

Para aquellos cuyo corazón mantenga la capacidad de encogerse ante historias ajenas… o no tanto
Lo mejor: Madre e hija encajan a la perfección en esta “gélida” historia
Lo peor: Que no consigue despertar al espectador hasta bien acabada su primera mitad, pero la segunda bien lo vale
Kosti
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