Una película para recordar las aventuras que todos hemos soñado vivir en nuestra infancia, pero que quizá, jamás nos atrevimos a intentar vivir. Me encanta el cine de Michel Godry, el conocimiento que destila su cine de la psicología infantil, el toque de humor que da a sus cintas, y sus personajes a los que es imposible no coger cariño.
"El Microbio" es el más bajito de la clase, y con el que todos se meten, hasta que conoce a "El Gasolina" pese a sus diferencias sociales y de carácter, ambos inician una verdadera amistad. Cuando la chica que le gusta al "Microbio" se muda, ambos deciden unir fuerzas y talento. El primero diseña un coche con forma de casa, y el segundo lo construye con piezas de deshecho. Con ese trasto deciden recorrer 500 km para que "El Microbio" tenga la oportunidad de declarar su amor a la chica.

Muchísima química y talento la de los dos jóvenes y prometedores actores. Muchísimo humor, con ese trasto con forma de casa que detienen fingiendo que es una cabaña al borde del camino, cuando se cruzan con la policía.Durante el viaje vivirán aventuras y se toparán con los tipos más excéntricos.

Con todo lo divertida que es, las pinceladas de pesimismo existencial, para mí lo mejor, es el final, ese duro despertar de la infancia, pero también la lealtad a la amistad perdida, cuando Theo, el "Microbio" golpea al otro chico que hablaba mal del "Gasolina"