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España España · Valencia
Voto de Jon Alonso:
7
Serie de TV. Drama Miniserie de TV (2016). 4 episodios. Una adaptación de "Raíces" de Alex Haley, que relata la historia de un esclavo africano vendido a Estados Unidos y sus descendientes. (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen los más castizos, aquello, de… “la morcilla siempre se repite”, y la historia también. Han pasado, casi 40 años, del estreno de la legendaria miniserie Raíces en enero de 1977—mejor dicho en enero de este inmediato 2017— por el canal ABC (producida por un viejo conocido en el mundo de los documentales David L. Wolper), cuando se convertía en lo que los popes de hoy en día denominan, eso, de un Hype. Pero no un Hype cualquiera. Raíces fue un grandísimo acontecimiento socio-histórico-cultural, en todos los sentidos, y para la TV una enorme sorpresa dentro del mundo del drama clásico norteamericano de los 70. Hito que superó a la mismísima Nashville de Robert Altman, en 1975, de la gran epopeya, de la película americana por excelencia. Raíces conseguía los laureles, de la auténtica turbia y patética historia de la esclavitud —de un modo más sangrante— a todo el intocable mainstream de clásicas series históricas donde el hombre blanco velaba por los intereses de los ciudadanos de color y los nativo/americanos: aquellos indios, tan queridos por Ford, auténticos pobladores de esa utopía llamada América. Raíces puso en dedo en la llaga y su alegoría de la sociedad afroamericana, como un tema social urgente. Raíces fue capaz de concentrar —delante de pequeña pantalla— a más de 80 millones de espectadores y unos 100, en su capítulo final. Los premios y la crítica coincidían con el trabajo que deslumbraba a propios y extraños. Raíces consiguió más de 39 nominaciones a los Emmys y ganó 9. Además de un Globo de oro. La obra de Alex Haley, un elaboradísimo best seller desmembraba el movimiento genealógico de infinidad de memorándums de investigadores universitarios, donde AH invirtió años en trazar un árbol ascendente del primer afroamericano hasta llegar al continente africano en 1750. No entraremos en el análisis de determinados revisionistas, al respecto de las denuncias por plagio, a las que el autor tuvo que enfrentarse. Empero, más sorprendente, es el hecho, en sí, de la nueva narración del remake, en un ejercicio de revisión de la cuestionada obra de Alex Haley. Alguno se preguntará del porqué de susodicho alboroto, cuando un tal Richard Fleischer rodó toda esta vergonzosa humillación, en torno, a la esclavitud en su maravillosa Mandingo (1975). Claro, que también deberíamos de hablar con el amanuense de esta excelente obra, Kyle Onstott. Pero, ese, es otro cantar. Ahora, en mitad de un país fracturado, que durante estos últimos años ha tenido el primer presidente de color, desde su constitución como nación independiente; Barack Obama. Lo sigue siendo, todavía, ya cuenta los días por horas… Un hombre que parece despedirse de su país, con el pesar de no haber podido cauterizar las viejas heridas raciales, que siguen sangrando a borbotones. Obviamente, el hecho de ponerse delante de un informativo local o nacional de los EE.UU, es una radiografía de un país que narra sin parar enfrentamientos constantes por el odio racial, el abuso de la autoridad policial y las armas de fuego. California, Kentucky, Ohio o Milwaukee son lugares cercanos para cualquier ciudadano anónimo de occidente que anduviese por sus calles comprobaría que Norteamérica dejó de ser una anuncio de Benetton en Venice Beach. Sin embargo, el país, para mayor inri, sigue en metido en una contienda electoral de alto voltaje, con dos candidatos que poco aportan a este problema.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jon Alonso
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