Haz click aquí para copiar la URL
Voto de antonalva:
7
Drama Noviembre de 1919. Dos supervivientes de las trincheras, uno un magnífico ilustrador y el otro, un modesto contable, montan una estafa sobre los monumentos a los muertos de la guerra. En la Francia de los años veinte, el proyecto se convierte en algo tan peligroso como espectacular. (FILMAFFINITY)
28 de julio de 2018
27 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
La I Guerra Mundial (1914-1918), tan cruel como innecesaria, tan salvaje como olvidada… Significó el fin rotundo del antiguo régimen clasista, elitista y predemocrático que hoy nos resulta tan lejano como incomprensible, que además señaló el entierro de la ensimismada, prepotente y opulenta Europa como dueña y señora en materia política, económica y cultural. Los millones de muertos y mutilados por aquella farsa promovida por unas aristocracias ajadas – que creían poder resolver los conflictos en meriendas versallescas ajenas a las necesidades de sus conciudadanos – aún no han sido ni sepultados ni sanados. Nadie como Kubrick en su magistral “Senderos de gloria” (1957) reflejó aquel aquelarre funesto y patético que trajo unos diluvios nacionalistas que aún hoy asolan nuestras fatigadas tierras patrias, que malviven hurgándose el ombligo y desdeñando, como avestruces, los problemas reales que nada tienen que ver con la ajada estructura política que tenemos.

Esta película francesa – adaptación de una novela de éxito – vuelve sobre aquellos aciagos días bañados de sangre, trincheras infectas y mugre purulenta, tratando de recrear aquella matanza europea, basculando entre la farsa y el esperpento, para desentrañar algunas de sus tenaces consecuencias que aún nos asolan: corrupción, picaresca, insensibilidad y barbarie. Cuando ignoramos de dónde venimos, estamos abocados a repetir los errores y horrores del pasado. Aunque el tema central de esta cinta orbita sobre un dolor más intimo y personal: la mirada (ausente o indiferente) del padre. Cuando creemos que nuestro progenitor no nos ama o nos rechaza, nuestra orfandad semeja un pozo sin fondo donde nos hundimos sin remisión y donde el resentimiento tiñe nuestra mirada hasta volvernos ciegos. Querer ser vistos, identificados y aprobados es nuestra común aspiración y nada de lo que podamos acometer tendrá gusto alguno si no percibimos al acompañamiento y complicidad de nuestra progenie.

Por ello, al tiempo que se nos ofrece un retablo sobrecogedor de aquella infausta carnicería se nos presenta una herida más honda y visceral que no tiene cura ni bálsamo cicatrizante que la sane: la apatía o rechazo de nuestra estirpe, la falta de amor, la ausencia de cariño y tolerancia por quién somos – aunque eso signifique no cumplir con las expectativas que habían depositado implícita o explícitamente sobre nosotros. El abandono y soledad en la que ese repudio e incomprensión nos despeña nos durará toda la vida y nos marcará para siempre como un juguete roto, inservible para la vida.

Barroca y teatrera, ampulosa y sobrecargada, sin embargo, nos consigue emocionar y seducir pese a su excesiva exuberancia y artificiosidad. Hay mucho amor en la mirada que nos refleja el calvario íntimo de dos perdedores de una contienda incivil y fraudulenta. Y cuando llega el perdón, volamos.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow