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Voto de antonalva:
7
Drama Una niña de 6 años y sus amigos pasan el verano en un pequeño motel muy próximo a Disneyworld, mientras sus padres y el resto de adultos que les rodean sufren aún los efectos de la crisis. (FILMAFFINITY)

11 de febrero de 2018
30 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine independiente: ¡qué pereza! Sin embargo, esta vez parece que se ha conseguido la cuadratura del círculo, porque tan importante son las travesuras nada inocentes de la tenaz y enredadora niña protagonista como todo aquello que no vemos (o sobre lo que no se habla) pero sobrevuela e impregna, tácito y sigiloso, todo el metraje. Vivir en Florida pudiera semejar a vivir en el paraíso aunque, en realidad, estamos ante las puertas de una inminente tragedia familiar que borrará de un plumazo todo lo que nos es querido y conocido hasta el momento. Hay puntos sin retorno que una vez alcanzados es imposible revertir.

El director y guionista Sean Baker es un hacendoso y modesto clásico del cine realizado al margen de la industria hollywoodiense – es decir, que busca financiación para sus proyectos alejado de los canales habituales de las grandes productoras norteamericanas – para poner en pie sus historias marginales sobre perdedores irredentos, algo que casa mal con el tan vanagloriado mito del ‘sueño americano’. Pero conviene recordar y tener presente que todo relato de un éxito conlleva también su porción de sombra y suele ser útil y beneficioso no desatender que también existen los perdedores, los desdeñados, los infelices que luchan por sobrevivir al día a día con las cartas marcadas que la rueda de la fortuna ha ido repartiendo a ciegas según es su malhadada costumbre.

Pocos personajes bastan para pintarnos un lienzo atiborrado de colorines chillones como es costumbre en la zona. Y la mirada tierna e ingenua de una niña de apenas seis años nos sumerge en un mundo arbitrario y fantástico lleno de aventuras y acontecimientos que nos desvelan los pormenores de una lenta e inexorable caída, el descenso a las puertas del averno (o de la edad adulta, que viene a ser lo mismo) hasta que una última y antojadiza gota indolente hace rebosar el vaso de la paciencia y nos arrastre al precipicio del edén perdido, a la fatalidad de la desdicha. El verano se agota, el juego declina, la infancia concluye: comienza, por sorpresa, la ponzoñosa realidad de unos hechos que nos apresan entre sus grilletes y nos vuelven esclavos de nuestro sino, sin otra escapatoria que una fantasía inútil, como si pudiéramos dejar atrás, por arte de magia, todo aquello que nos anega y oprime. Vana utopía.

Sorprende el desparpajo y espontaneidad de Brooklynn Prince, toda una presencia escénica que nos conmueve cuando, por fin, da rienda suelta a sus desconsoladas lágrimas de niña golpeada por la desventura. Bria Vinaite nos brinda una exuberante y alocada madre amorosa y protectora que hace cualquier cosa por salir adelante… y fracasa. Y Willem Dafoe encarna a un desvalido ángel de la guarda que es incapaz de preservar del hundimiento a sus protegidos. Tierna, sutil, mágica y amarga, en nuestra memoria reverbera esa última escena esplendorosa como una quimera inalcanzable.
antonalva
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