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Voto de antonalva:
8
Thriller. Drama Nueva York, año 1981 -según las estadísticas, el año con más crímenes y atracos de la historia en la ciudad-. El inmigrante hispano Abel Morales (Oscar Isaac) y su mujer Anna (Jessica Chastain) han conseguido sacar adelante con éxito su empresa de distribución y venta de gasóleo. Ahora están a punto de lograr la última pieza de su sueño americano: comprar un cotizado terreno frente al río Hudson, un enclave que les permitirá expandirse ... [+]
26 de abril de 2015
71 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en 1981, el año en que hubo, estadísticamente, más violencia y crímenes en Nueva York, en una época en que el mundo libre parecía abocado al caos del crimen organizado – ya sea por sindicatos inescrupulosos, por criminales de poca monta, por los encopetados poderosos a golpe de talón y falta de compasión o escrúpulos, por leyes permisivas y ciudadanos acomplejados, por una policía y unos fiscales hacendosos pero venales, por una sociedad en ebullición y trastabillada. Venimos de aquellos lodos en apariencia lejanos pero que configuran un presente siempre quebradizo y en manos de los poderes fácticos. Lo difícil es determinar quién está al mando, por cuánto tiempo y a qué precio. Porque en un mundo donde todo está en venta, el único factor determinante es averiguar el precio de cada cual para seguir avanzando, sin miramientos ni concesiones.

Lo mejor de esta película es la atmósfera de peligro constante y vulnerabilidad permanente que crea. Una muy verosímil precariedad que impregna cada fotograma de esta desasosegante y descorazonadora propuesta donde sólo sobrevive el más fuerte, el más despiadado, el que tiene los objetivos más claros y sabe con quién cuenta y de quién se debe proteger. Es una guerra evidente aunque no declarada, donde la cortesía o la educación no presagian nada bueno y la clemencia queda proscrita por inane y perjudicial. Menudo catálogo de lobos con piel de corderos donde los intereses creados van configurando un escenario de falsa urbanidad y peligrosas aristas fatales.

Hay una potente escena – en apariencia intrascendente y anecdótica – que ilumina la trama: el protagonista, Abel Morales, atropella a un ciervo que permanece agonizante en la cuneta de la carretera. Y quiere poner fin a su sufrimiento, pero de la forma ‘más correcta’, como lo llama él, es decir, sin armas de fuego. Pero antes de que pueda llevar a término su plan, su mujer descerraja varios tiros sobre el animal moribundo, concluyendo por la vía rápida el contratiempo. En ambos casos el resultado final hubiera sido el mismo, lo que varían son los medios para alcanzarlo. Y toda la cinta trata de esto: las múltiples bifurcaciones, contradicciones y vasos comunicantes entre medios y fines. Algunos santificados, otros censurados, todos letales.

El final de la cinta es excelente y desolador. Enuncia con sutil claridad la connivencia entre poder político (y judicial) y el poder financiero. La corrupción con mayúsculas. Magnífica película que sin estruendos ni aspavientos radiografía de forma incisiva e irrebatible nuestros males del presente. Muy recomendable.
antonalva
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