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Voto de antonalva:
8
Drama Toni, cristiano libanés, riega las plantas de su balcón. Un poco de agua se derrama accidentalmente en la cabeza de Yasser, palestino y capataz de una obra. Entonces estalla una pelea. Yasser, furioso, insulta a Toni. Él, herido en su orgullo, decide llevar el asunto ante la justicia. Comienza así un largo proceso en el que el conflicto tomará una dimensión nacional, enfrentando a palestinos y cristianos libaneses. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2018
54 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué sabemos los Europeos del Líbano? Poca cosa… de mis remotos años escolares recuerdo que hasta principios de los años 70 del siglo pasado se la llamaba “La Suiza del Mediterráneo”, pero toda esa prosperidad modélica se derrumbó a causa de una cruenta guerra civil que duró quince años (1975 a 1990) – en la que intervinieron también Siria e Israel – destruyendo la loable convivencia que durante décadas habían alcanzado tanto la población (mayoritaria) musulmana como la (muy relevante) cristiana y maronita. Pero Oriente Próximo padece un cáncer incurable y la inestabilidad se ha vuelto endémica, aunque haya conseguido recuperar su posición como centro financiero de la región y goza de un índice de desarrollo humano muy notable, uno de los más altos de todo el mundo árabe. El problema central fue la dañina presencia de la OLP que bajo el belicoso mando de Yaser Arafat convirtió el Líbano en su centro logístico para sus sangrientas e interminables guerras de guerrilla contra Israel.

Este es el marco en el que hay que situar esta cinta: un pueblo malherido, repleto de llagas y amargura, que trata de salir adelante tras los destrozos emocionales y físicos causados tanto por tropas extranjeras como por milicias connacionales. El dolor sigue siendo una sombra espesa y turbia que cubre a unos habitantes que no consiguen olvidar ni perdonar los agravios y zarpazos de la confrontación y el resentimiento. Quizás así sea posible entender – que no excusar – el insulto que inflige un palestino a un cristiano (¿o es al revés?) por una nimiedad sin importancia y que se convierte, como una bola de nieve desbocada, en una avalancha que está a punto de sepultar la paz y sumir en el caos a toda una ciudad. ¿El motivo? ¡Qué más da cuando nos creemos con el derecho divino a ofender!

Película tensa, vehemente y perturbadora que incomoda al espectador desde su inicio y lo zarandea y ahoga hasta el previsible desenlace, en el que una aparente derrota judicial se erige en un éxito íntimo y personal, en una esperanzadora reconciliación anímica que nos permite albergar una tibia esperanza y nos reconforta el corazón. Hay una terrible y peligrosa distancia entre la obviedad y manipulación política de los hechos y la fraternidad honda y cómplice del perdón. Cerrar el duelo del horror es una tarea que puede llevarnos toda una vida, pero siempre saldremos victoriosos si somos capaces de recorrer el tortuoso camino de la compasión y del entendimiento.

La sencillez de la trama es equívoca, porque por debajo de las apariencias bulle un sepultado y correoso rencor. Ese es el éxito de su director y coguionista Ziad Doueiri: manejar con maestría y destreza unos mínimos elementos, convirtiendo una anécdota insignificante en una parábola perdurable y conmovedora.
antonalva
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