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Voto de antonalva:
6
Drama Con las crecidas de primavera, el río Enguri se precipita sobre las tierras bajas de Kolkheti y, antes de lanzar rocas y limo al mar, las acumula aquí y allá en medio del río. En pocos días, incluso de la noche a la mañana, de estos escollos nacen grandes islas, cuyo suelo es rico y fértil. Un anciano de Abjasia y su joven nieta deciden plantar maíz en una de esas islas. Pero los soldados georgianos andan cerca. (FILMAFFINITY)
24 de mayo de 2015
28 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver propuestas de países atípicos o periféricos es siempre motivo de celebración para cualquier cinéfilo. Nos muestra no sólo realidades desconocidas, sino que nos permite comprobar que la esencia del ser humano, sus inquietudes, necesidades y desvelos suelen coincidir, con independencia de dónde le haya tocado en suerte a cada cual vivir, aunque en algunos casos haya un componente adicional de amargura y desolación debido a las inclemencias del tiempo y a los afanes políticos que abocan a la guerra en no pocos lugares, añadiendo peligros y fatalidades a la mera supervivencia.

Pero no siempre las buenas y loables intenciones engendran buenas películas, quedándose sólo en el terreno de lo interesante, encomiable y pintoresco, sin alcanzar ni la calidad ni la trascendencia que merecería por su paciente y trabajado planteamiento y meritoria intención humanista. Y estamos ante uno de esos casos. Se pueden desgranar muchas virtudes asiladas (la frugalidad de los diálogos, el reflejo de la naturaleza como fuente de vida y muerte, la sobriedad casi documental de sus imágenes, la ausencia de cualquier retórica, el retrato estremecedor de la supervivencia en situaciones extremas, la solidaridad innata de todas las personas de buena voluntad, el fluir de los días y las estaciones como cartografía de la complejidad recurrente de la existencia, etc.), pero todo ello no acaba de cuajar en una propuesta que vaya más allá de su esbozo. Reconocemos y alabamos su ejecución, pero nos quedamos fuera por su excesiva autocomplacencia y falta de empuje y garra.

Con un planteamiento muy parecido, hemos visto hace muy poco otra modesta y minimalista propuesta que sin embargo sí alcanza todo lo que se propone y ofrece un estremecedor retrato de la brutalidad (y humanidad) de la existencia y la fatalidad de la guerra: “Mandarinas” (podríamos titular la presente como “Maíz”). Ambas son buenos ejemplos de que el ser humano busca ante todo sobrevivir y convivir, pero se encuentra atrapado por los vaivenes inclementes de las pasiones políticas, geográficas y sociales. Pero “Mandarinas” es una buena película mientras que ésta se queda a medio camino, apunta hacia lo más alto pero no llega a rematar la faena, no se sabe muy bien porqué – y es una pena. Aquí se bordea en demasiadas ocasiones el aburrimiento por un exceso de sobriedad y ausencia de tensión y brío.

Atrayente, a ratos fascinante, a ratos anodina, llena de virtudes puntuales pero sin embargo fallida. Reservada a los idólatras de la diferencia y lo minoritario.
antonalva
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