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Voto de antonalva:
8
Drama Oum Yazan, madre de tres hijos, atrapada dentro de su casa en una ciudad sitiada en Oriente Medio, ha convertido su apartamento en un puerto seguro para su familia y vecinos, tratando de protegerlos de la guerra. Cuando las bombas amenazan con destruir el edificio, los francotiradores convierten los patios en zonas mortales, y los ladrones entran a reclamar sus terribles recompensas, mantener el equilibrio de la rutina dentro de las ... [+]
16 de abril de 2018
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salir al mundo es, a la fuerza, una empresa mortal, abandonar el seno materno nos escupe a un universo lleno de peligros y desdichas donde las lágrimas se mezclan con la sangre, la esperanza con el desconsuelo, la ilusión con el desencanto. Sacar adelante una familia – en un sentido amplio e inclusivo – es tarea titánica, tanto más si nos encontramos inmersos en una guerra donde lo de menos es triunfar y lo que en realidad se persigue es aniquilar al prójimo, destruyendo su autoestima o segando su vida. Matar por matar, humillar por venganza, deshonrar por prepotencia, destruir por vanidad… El catálogo de torturas y exterminios es infinito pero todo se reduce a lo mismo: cercenar al adversario, ya sea física o anímicamente. ¿Para sentirse superiores? Quizás, pero en realidad para creer que hemos alcanzado la condición de un semidiós y hemos vencido a la fugacidad de la vida y nos hemos convertido en demiurgos, donde dictamos las tablas de la ley por las que se han de regir todos.

Película desoladora, inquietante, tristísima y funesta. Pero también rebosante de amor, respeto, nobleza y solidaridad. Se me ha quedado grabada una imagen inmóvil y amarga en su mudo grito de auxilio. Un anciano – el patriarca reservado, el abuelo privado de dignidad y galones – se sienta frente a una aburguesada librería repleta de libros silentes. No vemos si añora o maldice, no sabemos si lamenta o agradece. Pero tuve que pensar en al austriaco Stefan Zweig y en su exilio suicida: cuando callan los libros, cuando prohíben las palabras, sólo nos queda el estruendo de las bombas y el pandemónium del juicio final… en la tierra. Nada de lo que puedas hacer va a cambiar nada, sólo nos queda apartarnos del mundanal estrépito y empuñar la melancolía.

Con elementos mínimos y un magistral uso del fuera de campo (todo lo peor se nos hurta a la vista, permaneciendo en un inquietante limbo visual), con un excelente uso del sonido y un soberbio uso del travelling que nos oprime y recluye a un espacio apenas salubre, apenas alumbrado, donde se quiere representar la fantasía de la normalidad y la esperanza de la superación en medio del caos y la infamia. Con unos actores excelentes – entro los que descuellan una grandiosa Hiam Abbass, cuyo desolado rostro nos infunde tanta compasión como rabia, así como una etérea e ilusa Diamand Bou Abboud, cuya toma de tierra en medio del cenagal de la carne nos llena de furia y desamparo – y con un metraje modélico, alcanza así casi la perfección: hablar de la quimera de la vida en medio del laberinto de la muerte.

Sin lugar a dudas excelente. No se la pierdan.
antonalva
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