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Voto de antonalva:
8
Drama Myriam y Antoine Besson se han divorciado, y ella solicita la custodia exclusiva de su hijo Julien para protegerlo de un padre al que acusa de violento. Antoine defiende su caso como un padre despreciado, y la juez del caso sentencia a favor de la custodia compartida. Rehén del creciente conflicto entre sus padres, el joven Julien se ve empujado al límite. (FILMAFFINITY)
30 de abril de 2018
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
La violencia toma diferentes cuerpos y formas y no siempre se muestra a las claras hasta que resulta demasiado tarde como para zafarse de su yugo y sus devastadoras consecuencias. Uno de los problemas fundamentales es que, por lo general, no existen personas malas, sino que sólo existen comportamientos malvados y nocivos que se manifiestan de forma repentina en momentos y circunstancias inesperadas, tanto más aterrador cuando dicha conducta se exterioriza en la privacidad del hogar y se dirige contra las personas que conforman el núcleo familiar y a las que, al menos de palabra, se quiere más que a nada en el mundo… aunque esto implique algunas veces que se las quiere tan sólo cuando se pliegan y someten, sin resistencia, a nuestras imposiciones y mandatos, a nuestras exigencias y demandas.

Éste es el vía crucis de la violencia que se origina en la intimidad del hogar, en un ámbito que debiera rebosar de apoyo y confianza – ya sea sólo entre cónyuges o entre otros familiares cualesquiera – entre personas, al fin, que alguna vez se quisieron y respetaron pero cuyo amor ha degenerado en odio o cuya existencia deviene en un martillo implacable y feroz que acaba travistiéndose en puro exabrupto vengativo y cruel. Y cuando se trata de la fuerza bruta, todos sabemos quién suele llevar las de ganar (o de perder): el hombre. Estamos ante una excelente obra de ficción rebosante de referencias penosamente reales y cotidianas. Asistimos a una radiografía del horror y del terror que se inocula y emerge en la intimidad hasta devenir en una escalada estremecedora sobre la devastación pavorosa de la convivencia.

No se puede – ni debe – recomponer lo que se ha roto en añicos. Pero ¿cómo pedir auxilio, a quién acudir para protegernos, de qué forma desenredarse de una amenaza que no conoce de fronteras ni límites, de una maldición que no sabe expresarse sino es a través de la coacción y del envilecimiento? La crueldad de un animal herido que cree que no tiene ya nada más que perder y cuyo único objetivo y sentido es recuperar lo que se le ha hurtado, a su juicio, de forma injusta y arbitraria y no comprende que así está cavando su propia tumba y se está sepultando bajo una avalancha de indignidad e infamia que produce asco, horror y desprecio.

Con una sencillez expresiva encomiable, con una brillantez visual inesperada, con una valentía desprovista de prejuicios y sermones asistimos a un relato estremecedor sobre la perversidad humana y sobre el devastador uso del terror cuando nos creemos con derecho a todo. Quizás le sobre toda la historia relacionada con el personaje de la hija pero el conjunto es insólito y apasionante.
antonalva
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