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Voto de antonalva:
7
Thriller. Drama Jóvenes bailarines toman accidentalmente LSD mezclado con sangría y así su exultante ensayo se convierte en una pesadilla cuando uno a uno sienten las consecuencias de una crisis psicodélica colectiva. (FILMAFFINITY)
20 de octubre de 2018
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El límite entre el éxtasis físico y el ocaso emocional es una frontera tenue y temeraria qué puede dar como resultado un salvaje aquelarre que bascula entre la locura y la anarquía. Cuando se tiene un objetivo en la vida – como en este caso, montar una coreografía desquiciada y rupturista – puede activar lo mejor de nosotros mismos, pero cuando se anulan los diques de contención de la cordura, de la convivencia y del freno social básico y se destierran las normas de una mínima convivencia, abriéndose los diques del desenfreno, el resultado puede ser tan aciago como trastornado, destapándose la caja de pandora, anulando cualquier sociabilidad y quedando a merced del delirio y del resentimiento. Nuestros instintos primarios más irrefrenables y coléricos se vuelven en nuestros íntimos enemigos, ya que no controlamos ni su dirección ni su objetivo y nos engullen como un tsunami atroz que nos arrastra por el camino de la vesania y la lujuria.

Esta ingrata y ponzoñosa exploración sobre las drogas psicodélicas no es para paladares inocentes o gazmoños. Asistimos al infierno de la degradación, de la demencia y de la voluptuosidad más horripilante e iracunda que produce tanto asco como fascinación. Presenciar la liviandad de los límites y contrapesos sociales que hacen posible la convivencia nos permite asistir – como si estuviéramos en un aséptico laboratorio o visionando un insólito documental – a los efectos insalubres y tóxicos de los instintos desbocados, crueles y salvajes de una sociedad que todo lo permite, sin sentirnos limitados por ningún juicio moral ni freno ético o estético. El resultado es tan turbador como chocante e increíble. Presenciamos nuestros más íntimos deseos, visionamos nuestras infaustas y atolondradas fabulaciones anímicas, comprobando que tras una fachada de talento, donaire y aparente tacto no queda sino la funambulesca máscara de la muerte, con sus infamantes vicios y espantos.

Al director y guionista se le va a veces la mano en la acumulación de truculencias y despropósitos – quizás debido a que inició el rodaje con apenas media docena de páginas escritas – dejando a la improvisación y al albur de su elenco de talentosos y entregados danzarines y actores, el desarrollo de una acción mínima y sin apenas evolución. La cinta es fruto de un inteligente montaje que combina algunas secuencias muy bien planificadas – como la espectacular danza inicial que subyuga, seduce y asombra en unos diez minutos memorables de un impresionante plano-único telúrico – con otras escenas mucho más breves, toscas, ásperas y abruptas que son como fogonazos del infierno más frenético. A veces tiene uno la sensación de no poder aguantar ya más y uno quiere que todo termine; como un mal viaje o como una resaca vomitiva. Pero ahí radica su máximo logro: el hacinamiento.
antonalva
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