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Voto de antonalva:
8
Drama Viviane Amsalem, separada desde hace años de Elisha, su marido, quiere conseguir el divorcio para no convertirse en una marginada social. En Israel no existe aún el matrimonio civil; según las leyes religiosas, sólo el marido puede conceder el divorcio. Sin embargo, Elisha, se niega a hacerlo. Viviane tendrá que luchar ante el Tribunal Rabínico para lograr lo que ella considera un derecho. Así se verá inmersa en un proceso de varios ... [+]
4 de abril de 2015
47 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el visionado de esta apasionante cinta vienen a la memoria dos películas muy diferentes y distantes: “La pasión de Juana de Arco” (1928) de Carl Theodor Dreyer y “Nader y Simin, una separación” (2011) de Asghar Farhadi. De la primera toma el mínimo, ascético y aséptico decorado donde se desarrolla toda la acción (ese juzgado y sus tétricas salas de espera y de vistas), así como la importancia de los rostros y de los primeros planos. De la segunda toma el tema del divorcio en un país regido por una legislación teocrática y gazmoña, notoria y tajantemente injusta con la mujer y su papel en el matrimonio. Sumisión y subordinación al hombre como realidad y condena. Aunque deudora de esos potentes y aquilatados precedentes, consigue erigirse en un documento recio y contundente contra una injusticia manifiesta y recalcitrante. La libertad tiene un precio y ay de aquellos que apelan a la justicia para encontrar apoyo o restitución.

Pero también vienen a la mente los relatos de Franz Kafka y sus angustiosos e inhóspitos laberintos burocráticos, cárcel sutil y acerba que no hay forma de escapar, trascender o vencer. Porque estamos ante una situación única y contumaz: la comparecencia ante un tribunal de un matrimonio, cuya esposa quiere el divorcio, pero las arcaicas leyes vigentes en Israel lo convierten en un sinsentido obtuso, en una farsa injusta, en una pantomima lacerante, donde la mujer no tiene derechos sino sólo obligaciones, donde el hombre es dueño y señor del destino de su pareja, pudiéndole hacer la vida imposible y encadenándola a una existencia estéril, sin piedad ni dignidad. Sin compasión.

Produce pavor y espanto comprobar que los derechos de la mujer aún brillan por su ausencia en demasiados países, en demasiadas culturas y mentalidades. Aquí con mínimos elementos el efecto que se consigue es devastador. Mejor que el más comprometido y beligerante documental, más cruel que cualquier retrato descarnado de violencia física, abruma hasta la náusea contemplar la indiferencia hacia el sufrimiento y dolor de una mujer que tan sólo aspira a una brizna de dignidad y paz, pidiendo que se le conceda el anhelado divorcio. Pero el erial obtuso de sus conciudadanos, unas leyes manifiestamente parciales y abusivas, vuelven la vida invivible y amargan su existencia.

Cabe destacar sobre todo la labor de la actriz protagonista, Ronit Elkabetz, también codirectora y coguionista de la cinta. Ella es el alma de todo y su atormentado rostro se incrusta en la retina del espectador. Un prodigio ingrato, intenso, amargo e inolvidable.
antonalva
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