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Voto de antonalva:
7
Animación. Fantástico. Ciencia ficción. Comedia. Acción En la metrópolis de San Fransokyo (cruce de San Francisco y Tokio), vive Hiro Hamada, quien aprende a sacar provecho de su capacidad gracias a su brillante hermano Tadashi y sus también brillantes amigos: la buscadora de adrenalina GoGo Tamago, el meticuloso de la limpieza Wasabi-No-Ginger, la genia de la química Honey Lemon y el fanático de los cómics Fred. Cuando tras un devastador giro de los acontecimientos, se ven envueltos en una ... [+]
25 de diciembre de 2014
125 de 160 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante dos películas diferenciadas – casi antagónicas. La primera mitad es un hermoso, vibrante y apasionado relato sobre la pubertad de un niño prodigio y la sabia guía y sutil maestría de su hermano mayor para orientarle y que canalice de forma creativa y provechosa su mucho talento en beneficio de sí mismo y de la sociedad en la que vive, evitando así marchitarse un ingenio fuera de serie. Predomina una mirada atenta, tierna, empática y cálida que llega al espectador como un balsámico ungüento prodigioso que presagia grandes momentos. La segunda mitad es un adocenado y muy trillado – aunque vigoroso y eficaz – relato sobre superhéroes a la caza y captura de un supervillano, con sus dosis de venganza, ajuste de cuentas y desafío tan del gusto del público de masas.

Y la primera parte es tantísimo mejor que la segunda (que apenas remonta el vuelo en el desenlace porque recupera el factor humano) que el conjunto adolece de una descompensación notoria y chirriante, como si las dos mitades hubiesen sido ensambladas por error y no pertenecieran a la misma cinta. Y todo se debe a una máxima que parece subyacer en el cine moderno de consumo: sólo se consigue un taquillazo (y lucrativos ingresos adicionales vía venta de gadgets) si se incluye en la trama algún superhéroe, por innecesario o inverosímil que sea, pero viste mucho, está de moda y suelen desencadenar pingües beneficios – y dar cabida a sucesivas secuelas interminables. Es decir, la trama se supedita a los personajes arquetípicos que la pueblan, limitando su alcance y reduciendo su calado.

Pero lo que convierte esta película en un hito memorable es la portentosa presencia del adorable robot torpón e hinchable, Baymax, creado para ser un inquebrantable asistente personal de salud, fabricado en vinilo. Y el vínculo especial que se crea entre este robot sin sentimientos (aparentes) y el niño prodigio Hiro, todo desgaste emocional y arrebato púber. Son ese personaje singular y ese lazo casual los que elevan el conjunto – pese a sus desequilibrios y tendencia a la banalización pirotécnica – hasta convertirlo en una experiencia cinematográfica satisfactoria.

En resumen: es una pena que lo que podría haber sido una joya de la animación acabe sucumbiendo al ordinario universo inflacionario de superhéroes de pandereta y alharacas, todo brillo, explosiones y excesos, perdiendo por el camino la hondura y aplomo que apuntaba. Agridulce malversación.
antonalva
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