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Voto de antonalva:
7
Thriller. Acción Sexta entrega de la saga. En esta ocasión presenta a Ethan Hunt (Tom Cruise) y su equipo IMF (Alec Baldwin, Simon Pegg, Ving Rhames), con algunos aliados conocidos (Rebecca Ferguson, Michelle Monaghan), en una lucha contrarreloj después de que una misión salga mal. (FILMAFFINITY)
29 de julio de 2018
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obsesión calamitosa del cine actual por idolatrar y empeñarse en el-más-difícil- todavía resulta un ansia compulsiva e irritante. No es tanto que se encumbre lo inverosímil como categoría suprema del cine de acción, sino que se lleva a cabo sin otro fin que el de impactar y abrumar al público, pero dejando de lado el tradicional tesón por cuidar, confeccionar y pergeñar una trama que nos enganche y entretenga más allá de los hiperbólicos fuegos de artificio que parecen haberse convertido en el único medio para atraer a los menguantes espectadores a las salas de cine. Es una indigestión compulsiva que persigue la sorpresa sobre el suspense y la inverosimilitud sobre la seducción, como si ahora fuéramos más lerdos y más mentecatos que hace unos años.

Si bien la reflexión anterior es válida para casi todos los artefactos que anegan las pantallas (ya sea el estirado James Bond o sucedáneos de similar calaña), la verdad es que algunas – pocas – veces parece que se acierta con esa coreografía rocambolesca de lo imposible. Y en esta obra estamos ante la rara excepción que confirma la regla. Nada de lo que vemos tiene ni pies ni cabeza, pero dejando de lado esa antigualla extemporánea de que se nos cuente una historia que permita entenderse sin necesidad de prolijas explicaciones verbales, la verdad es que su director Christopher McQuarrie consigue poner en pie un oneroso juguete que se sostiene por la mera sucesión de escenas a cuál más loca, más descerebrada y más absurda. Por una vez, el hacinamiento rebosante de adrenalina basta para disfrutar de casi dos horas y media que pasan en un humilde suspiro – si bien no de placer, al menos de incauta satisfacción.

Como en tantas superproducciones de la nueva escuela, hay que dejar nuestro cerebro a buen recaudo en nuestra casa, no sea que se nos malogre el disfrute insustancial de una acción carente de todo interés, de unos personajes desprovistos de cualquier enjundia, de unas situaciones ayunas de la más mínima dramaturgia, de unas sorpresas que de tan alambicadas nos podrían producir vergüenza ajena, de unos villanos tan pérfidos que casi se nos antojan fantoches entrañables, de unos héroes que de tan inmaculados nos podrían parecer meras caricaturas angelicales. Si partimos de la base que vamos al cine para olvidar lo cotidiano y que exigimos que nos entretengan por el precio de una entrada, al menos vale la pena sorber un efervescente cóctel de energía que nos atrapa sin apenas resistencia – porque hemos decidido dejar que nos embauquen como a niños mimados.

El gran acierto de esta cinta es la potente, trepidante y tenaz dirección de Christopher McQuarrie, construyendo un descabellado castillo de naipes.
antonalva
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