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Voto de antonalva:
7
Drama En el año 1983, cuando Georgia era una de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, un grupo de jóvenes pertenecientes a familias de la élite intelectual intenta huir de la URSS y escapar a Occidente secuestrando un avión. Basada en una historia real. (FILMAFFINITY)
3 de septiembre de 2017
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero… ¿quiénes son los rehenes? Y… ¿cuáles los criminales? Estas dos preguntas van tomando cuerpo durante todo el metraje, planteando envenenadas encrucijadas que alimentan la polémica y cuestionan el uso que del lenguaje hacen los regímenes totalitarios. La propaganda de los déspotas no deja ningún resquicio para la ambigüedad, el raciocinio o la disidencia: la realidad tiene que ser constante, única e inequívoca, oficial, incuestionable y unánime. Incluso hacerse preguntas puede ser peligroso, ya que los tentáculos del poder lo infestan todo con su terca red de espías y sus terroríficos delatores. Cuando hay miedo a la libertad – por suponer una ofensa, menosprecio o burla a los pilares ideológicos que fundamentan los axiomas supremos e irrebatibles –, cuando se prohíbe a los ciudadanos llamar a las cosas por su nombre, cuando el disimulo y la mentira se convierten en una segunda piel, entonces hay que echarse a temblar. O no queda más remedio que emprender la huida.

El estilo deslavazado, inhóspito y gris elegido por el director para recrear un suceso real, resulta un completo acierto, ya que incrementa la sensación de estar asistiendo a un encubierto e irreverente documental de aquellos penosos años de la febril agonía del régimen comunista de la URSS, obtuso y empecinado coloso con pies de barro. Pero su trama también podría pasar por ser una fabulación desquiciada o un cuento para adultos de amarga moraleja o una mordaz alegoría sobre las penalidades de vivir bajo el estéril yugo de una dictadura, sea del signo que sea. La angustia del horror cotidiano deviene en pesadilla, la suma de los cochambrosos y mezquinos detalles que jalonan el mínimo recorrido configuran un tapiz macilento, deshilachado y monótono. Como si no pudiera haber luz tras atravesar las tinieblas. Auténtica y abrumadora claustrofobia.

Hacia el final de la cinta, varios jerarcas soviéticos pontifican y repiten sin descanso: “Pero si no les faltaba de nada, si lo tenían todo… ¿por qué lo han hecho?” Ante semejante proclamación de ceguera, terquedad, cerrilismo y prepotencia sólo cabe confirmar que no hay mejor ciego que el que no quiere ver. Sobre todo, cuando han transcurrido más de tres décadas y la ubicación de las tumbas de los desdichados interfectos sigue siendo una asfixiante y ofensiva incógnita para todos sus familiares. Como si se quisiera borrar el descrédito y la afrenta de aquel episodio a base de perpetuar la injusticia y manteniendo el despotismo. Las víctimas son siempre incómodas, en especial cuando ningún paisano alzó la voz o actuó para detener aquellas tropelías. En definitiva, una valiente y desesperante muestra de cine comprometido.
antonalva
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