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Voto de antonalva:
5
Romance. Drama Un relato épico e intimista sobre la esperanza, la tragedia y el amor ambientado a principios de la Gran Guerra (1914-1918). Se trata de una adaptación de la novela del autor escocés Lewis Grassic Gibbon. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2016
35 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a sus visibles virtudes y delicada elaboración, no me ha gustado nada. En todo momento he tenido la sensación de escuchar el sonido de la claqueta y el grito del director exclamando ¡Acción! y ¡Corten! Y todo me ha resultado falso, epidérmico e impostado, absurdo y artificioso. Y los actores – salvo el excelente Peter Mullan – son un compendio de fingida vehemencia, de sobreactuación y de sosería que desemboca en un catálogo de trucos y muecas para aprendices de histriones desorientados. ¡Qué letanía de sinsabores! ¡Qué acumulación de desgracias! ¡Qué cantidad de folclore escocés sin gracia ni atractivo! ¡Qué apología del nacionalismo más estomagante y pueril al terruño infecto! ¡Qué glorificación de barbaridades y violencias domésticas! ¡Qué avalancha de impostado machismo rampante! ¡Hasta el sacerdote o pastor eyacula fervorosas soflamas patrióticas desde el púlpito! ¡Tanta intensidad! ¡Tanto desgarro, dolor y muerte!

Se hace muy pesado asistir a dos largas horas de tópicos trasnochados del regionalismo zafio y cazurro. Si al menos hubieran elegido a una actriz protagonista que supiera actuar y no sólo declamar sus frases hueras y gesticular enfática como una marioneta de feria, donde se pueden escuchar las indicaciones del director (¡ahora levántate, ahora vuelve la cabeza, ahora llora, ahora enfádate…!) y se nota cómo ella lo intenta y se esfuerza y sigue todas las indicaciones con puntillosa precisión, pero resulta inverosímil, un pelele hacendoso y sin talento, como un afectado muñeco de trapo declamando a Shakespeare en un todo a cien chino. La cinta tiene virtudes y lo mantengo, pero sus pifias y desatinos resultan tan evidentes, tan irritantes, tan obvios que producen rechazo y someten al espectador más predispuesto a una maratón de resistencia o a una inmerecida tortura.

La fotografía es bella. Los planos están muy cuidados. La composición resulta minuciosa y elaborada – de tan estudiada y recompuesta parece alambicada. Los movimientos de cámara son largos y sofisticados, pero acaban por estirar cada escena de forma inmoderada y artificial y rebajan el ya de por sí escaso ritmo debido a una total ausencia de montaje que insinué ningún avance o elipsis audaz. Es todo tan bonito que sólo falta verlo tras un escaparate para entrar a comprar algo del attrezzo. No surge la poesía cuando se intuye aún la etiqueta con el precio de cada uno de los utensilios y elementos que jalonan la acción. No hay épica donde sólo se escuchan discursos decimonónicos y desgastados, donde sólo se pretende demostrar la virtud de unos y censurar la maldad atávica e incorregible de otros.

El pretendido cuadro histórico deviene en estampita ajada. ¿La vacuidad como arte? Mejor no averiguarlo.
antonalva
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