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Voto de antonalva:
8
Drama Década de 1990. Tonya Harding es una prometedora patinadora sobre hielo estadounidense, una joven de clase obrera, siempre bajo la sombra de su implacable e insensible madre, pero con un talento innato capaz de hacer un triple axel en competición. En 1994, su principal rival para los Juegos Olímpicos de Invierno es su compatriota Nancy Kerrigan, a la que, poco antes de los Juegos, un matón a sueldo la golpea la rodilla con una barra de ... [+]
3 de marzo de 2018
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Al fin! una historia basada en hechos reales que resulta atractiva y sugerente, bien contada, ágil y muy entretenida. Además muestra a las claras la obsesión cada vez más extendida y devastadora que tienen los medios de comunicación – sobre todo la omnisciente televisión – de canibalizar, triturar y escupir historias truculentas (o incluso de fabricarlas) para cubrir su parrilla de programación y freír a quien haga falta con tal que asegurarse sus esclavos índices de audiencia. Y por eso, por una vez, me gusta sobre todo el enfoque elegido, centrándose en la “mala” de la historia y no en su víctima, para ofrecernos un relato complejo, ambiguo y poco edificante donde nada es lo que parece (o lo que creíamos) pero deja abiertas todas las interpretaciones posibles sin decantarse por ninguna. Cuando sus protagonistas han dado fehacientes muestras de su querencia por la mentira, la falsedad es una piel turbia, viscosa, y resbaladiza difícil de atrapar.

El guion de Steven Rogers está muy bien construido – como si se tratara de un documental – con demoledoras intervenciones a cámara que se combinan con el progresivo relato lineal de los acontecimientos más relevantes que no por publicitados debemos de creer conocidos, ya que la superficie de las cosas, su opacidad o su destello, son llamaradas cegadoras que muchas veces dejan fuera de campo lo esencial: la impenetrable intimidad de sus protagonistas. Ser o parecer, esa es la cuestión. Estamos ante un relato de personas sin estudios, fracasados en potencia, desdichados en acto, que tratan de sobrevivir con los pocos dones que la vida les ha proporcionado, sin otro mérito que su mucho esfuerzo y sudor, pero sin garantía de redención. Los golpes y las bofetadas no son solo metafóricas, sino muy tangibles y van salpicando como llanto callado el hosco metraje hasta devenir en sangre indeleble que todo lo infama y ensucia.

Pero sobre todo hay que resaltar las dos interpretaciones femeninas que son un prodigio de sensibilidad, hondura y perfección. En primer lugar la de Margot Robbie (también productora de la cinta) que se revela como una actriz superlativa, que combina fragilidad y solidez, poderío y sumisión, orgullo y degradación con insuperable fiereza e inusitada credibilidad. Tiene muchos momentos excelentes y solo por verla a ella merecería verse la película. Casi a igual altura se desenvuelve su madre en la ficción, Allison Janney (‘amiga especial’ del guionista, para que todo quede en familia), con un personaje bombón en su severa aspereza que emociona tanto como repele por su incapacidad de mostrarse humana y accesible. Un portento.

En resumen, un exquisito cóctel de agudeza y purulencia que hace que nos reconciliemos con el cine realizado al margen de las grandes productoras.
antonalva
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