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Voto de antonalva:
7
Drama La vida de Katja se hunde cuando su marido y su hijo mueren en un atentado. Tras el duelo y la injusticia, llegará el tiempo de la venganza. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2018
46 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya lo dejó escrito la psicóloga clínica norteamericana de origen eslovaco Edith Eger (nacida en 1927 y superviviente de Auschwitz y del infausto ¿Doctor? Mengele) en su libro de memorias: “En el mejor de los casos, la venganza es inútil. No puede alterar lo que nos hicieron, no puede borrar los males que hemos sufrido, no puede resucitar a los muertos. En el peor de los casos, la venganza perpetúa el ciclo del odio… La venganza no te hace libre". Recordé estas lúcidas palabras durante la proyección de esta cinta europea dirigida por un alemán de origen turco, Fatih Akin, que se adentra en los infames vericuetos del fanatismo racista que golpea desde hace siglos – o, incluso, milenios – la historia de la humanidad. Y para ello se centra en los pormenores de un atentado neonazi en la ciudad de Hamburgo que mata a un padre turco y su hijo mestizo y destroza la vida de la viuda alemana que no sabe ni puede cerrar el duelo de una pérdida inesperada y atroz.

Construida en tres partes diferenciadas (el atentado, el juicio y la venganza), resulta al tiempo tan interesante e intensa como inquietante e incómoda. Se deben señalar tanto sus virtudes innegables como revelar la manipulación ideológica a la que se ve sometida, al querer su director y coguionista convertirla en un irritante relato de tesis, erigiéndola en un manido panfleto de sus opiniones de denuncia en vez de dejar a los espectadores la libertad de sacar sus propias conclusiones. Entre lo más positivo se encuentra el tono desgarrador y desolado de todo el metraje, así como la poderosa y turbadora interpretación de una devastada Diane Kruger, que conmueve con su entregada caracterización de víctima colateral del odio homicida de una pandilla de tercos asesinos que pretenden limpiar de nauseabunda escoria intrusa la inmaculada faz aria de la ultrajada tierra germana.

Entre sus deméritos habría que mencionar que todo el desenlace se reduzca a transitar y aplaudir, aunque con su innegable y para nada eludida complejidad moral, un trillado acto de venganza – quien a hierro mata, a hierro muere – que parece más propia de una adocenada producción americana que no fruto de una sosegada reflexión intelectual. Si nos contentamos con repetir, ad nauseam, el bucle fatal del ajuste de cuentas, acabaríamos todos ajusticiados y muertos, porque no hay agravio, real, fingido o ficticio, que no abogue o justifique (y perdone) el exterminio del otro, del diferente, del extraño, sea cual sea la motivación o su causa.

Pese a los reparos éticos que tengo ante el discurso vindicativo de su autor, no cabe duda que estamos ante una obra enjundiosa, perturbadora y escalofriante que merece ser vista.
antonalva
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