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Voto de antonalva:
7
Thriller. Drama. Acción La guerra contra los cárteles de la droga se ha intensificado en la frontera entre EE.UU. y México a medida que éstos se han metido en el negocio de tráfico de personas, introduciendo en suelo americano a terroristas islámicos. Para hacer frente a esta nueva guerra sucia, el agente federal Matt Graver (Josh Brolin) planea una idea para que los carteles se enfrenten entre ellos. Para ello volverá a reclutar para la peligrosa misión al ... [+]
7 de julio de 2018
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como casi siempre, la Historia nos permite entender la relevancia de ciertos conceptos que quedan diluidos o han sido usurpados por la falaz buena voluntad de los populistas y chusma de similar calaña, más atentos a cómo debería ser el mundo (desde un punto de vista ético o moral), pero ignorando con ello cómo es el mundo en realidad y cómo funciona en la práctica. Me refiero al criterio de Ciudadanía en la Antigua Roma. Ser ciudadano romano (sólo los hombres, claro, ya que las mujeres eran una ‘clase inferior’) te permitía votar y también ser elegido para un cargo público, te permitía participar en las decisiones de la ciudad y en la vida pública de la misma, es decir, te otorgaba un estatus de privilegio con respecto a todos aquellos que no eran ciudadanos romanos. Era una forma de delimitar el ‘nosotros’ afortunado del ‘vosotros’ desventurado. Y por eso tantos trataban de adquirir dicha ciudadanía – por méritos bélicos o sociales, con dinero o por influencias – ya que les convertía en individuos de primera clase.

Ahora tenemos lo mismo aunque lo llamemos nacionalidad o ‘pasaporte’: somos de dónde nacemos o de dónde nacieron nuestros padres. Y eso lo condiciona todo. Pero ahora han surgido las mafias de personas que comercian con la necesidad de cientos de miles de personas que quieren entrar en el selecto club de los privilegiados por la puerta de atrás, es decir, con la inmigración ilegal, haciendo fortuna del infortunio de los demás. Pero cuando en vez de atajar los problemas en su origen se pretende igualar a todos vaciando el concepto de ‘ciudadanía’, entonces el caos más absoluto se adueña del mundo, al convertir la compasión televisiva en moneda de cambio fraudulenta que fomenta muertes, disensiones y xenofobias de imposible solución. Ni somos iguales ni podemos serlo; que quizás debiéramos de serlo en un mundo ‘más justo’ no quita que eliminando los derechos de unos, en realidad se los estamos arrebatando a todos, originado un torbellino de desatinos de consecuencias funestas.

Tras la apariencia de un convencional thriller fronterizo – con la lucha entre cárteles de narcos como telón de fondo – bulle implícita esta reflexión: ¿quién soy y adónde pertenezco? ¿A quién le debo lealtad y quiénes son mis verdaderos aliados o enemigos? Y cómo penosa reflexión actual, no existe moraleja, sino que todo depende del cristal con el que se mira. Ser bueno o malo ya no es una categoría moral, sino que queda determinado por el lado de la frontera en la que me encuentre en cada momento, siendo esto una realidad fluctuante y permeable, muchas veces subordinada al fajo de billetes que he aceptado o de la utilidad política o televisiva que le pueda sacar, ya sea en una votación inminente o en feroces ratings de audiencia. Hemos abandonado el mundo de la ética para adentrarnos en el fango de la inmundicia cochambrosa, es decir, la impura utilidad ponzoñosa del lucro político o crematístico.

Olvidémonos que esto pueda ser una secuela. Olvidémonos de qué ideología tengo (o debería tener). Olvidémonos de las nociones de justicia y equidad. Aquí lo relevante es la pregunta con que se cierra la cinta: “¿Quieres ser un sicario?”
antonalva
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