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Voto de Quatermain80:
7
Intriga. Drama Un ilustre notario (Michel Serrault), casado con una hermosa mujer (Romy Schneider), lleva una vida tranquila y apacible. Esa paz se rompe inesperadamente cuando es conducido a una comisaría el día de Nochevieja. Tras el hallazgo de los cadáveres de dos niñas violadas, las sospechas de la policía recaen sobre el notario. Poco a poco, lo que en principio parecía un trámite rutinario se convierte en un duro interrogatorio que parece ... [+]
30 de marzo de 2014
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En alguna ocasión anterior he apuntado que a veces, en el Cine, menos es más, y creo que esta película lo ilustra a su manera, siendo además un soberbio ejemplo de progresión dramática y de posibles lecturas, lo que se aprecia no sólo en el desarrollo de su argumento, sino también en su muy definida factura.

El filme arranca en nochevieja bajo el signo de la rutina que se desarrolla en una comisaría (esto no es ningún contrasentido; pocas noches más rutinarias y previsibles que estas), que vive las últimas horas del año entre festejos y los naturales incidentes, como triviales robos de coches y demás. No obstante en una de las salas comienza un interrogatorio que, aunque inicialmente no parece cosa de gran importancia, paulatinamente va revelando una gravedad mayor, pues al cabo de un rato descubrimos que el respetable notario Martinaud, que se sienta frente al inspector Gallien, es sospechoso de la violación y asesinato de dos niñas.

Casi toda la película transcurre en el interior del despacho en el que se desarrolla el interrogatorio, y sólo saldremos de él en un par de ocasiones (antes del final), acompañando al inspector; por lo demás, la continuidad narrativa permanecerá inalterada, con la salvedad de algunos flashbacks (casi todos breves, simplemente planos fijos que ilustran un recuerdo, si bien hay uno, introducido por la esposa del notario Martinaud, que es más largo, siendo clave para el argumento). El acierto de esta planificación estriba en que enfatiza que es en ese concreto lugar donde se va a esclarecer, y por tanto a establecer, la verdad sobre el doble asesinato. Sin embargo, a menudo que transcurren los minutos, el espectador no puede dejar de notar que las vagas explicaciones de Martinaud, junto con las incómodas preguntas del inspector, lejos de permitirle introducirse en el aspecto criminal o policiaco, abundan cada vez más en las intimidades matrimoniales y personales del sospechoso. Esto, que podría considerarse una desviación respecto del argumento central, no lo es, por cuanto el desarrollo de los acontecimientos acabará mostrando que precisamente lo accesorio es a veces lo principal, la verdad que lo explica todo.

Conforme transcurre la película el notario se nos muestra más acorralado por sus inexactitudes, al tiempo que el inspector parece asentar cada vez más sus sospechas, que ya eran grandes desde el principio; pero sigue faltando una prueba, y será precisamente la aludida situación matrimonial de Martinaud -un matrimonio que ya no es tal, pues apenas hay relación entre ambos cónyuges- la que venga a proporcionarla, apareciendo en escena la esposa del notario, en el que es, sin duda, uno de los fragmentos más notables del filme. Y es que la esposa será clave a la hora de construir "la verdad", puesto que, aparte de alguna posible evidencia material, será su conversación con el inspector la que, por medio del anteriormente referido flashback, introduzca el factor de culpabilidad que faltaba.

Todo el tramo final de la película gira en torno de este círculo que conecta la sospecha, la culpa y la verdad, y lo hace con una sutileza poco frecuente, hasta el punto de sugerir en el espectador interesantes reflexiones acerca de cómo se construyen las certezas y los relatos, y cómo las personas se adaptan o asumen voluntariamente el papel que se les adjudica en ellos.

Rodada casi enteramente en interiores, destacan los parsimoniosos desplazamientos de cámara y los movimientos de los intérpretes, que aligeran el estatismo de la puesta en escena, el cual en modo alguno está reñido -más bien aliado- con la creciente tensión que revelan los personajes, maravillosamente construidos desde el guión -excelentes diálogos a cargo de Audiard, bastante ácidos- y la interpretación, con un trío protagonista espectacular, del que no sé si destacar más el duelo contenido entre Ventura y Serrault o la breve pero impactante intervención de Romy Schneider.

Finalmente la "verdad" será establecida, pero ¿qué verdad? Y es que esa es siempre, al fin y al cabo, la cuestión.
Quatermain80
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