Sexta adaptación al cine de la novela clásica de Sir Arthur Conan Doyle, en esta ocasión de la mano de Sidney Lanfield, con el protagonismo de Basil Rathbone y Nigel Bruce, actores que encarnaron eficientemente a la célebre pareja Holmes-Watson.

De toda la serie que realizaron juntos, esta es seguramente la mejor película; ello se debe, en mi opinión, a que el argumento de la novela, una mezcla de intriga policiaca y de suspense "gótico", se adapta con gran facilidad al lenguaje cinematográfico, cosa que no suele ocurrir con las narraciones policiacas clásicas. Es un hecho que la novela negra americana siempre ha funcionado a la perfección en sus adaptaciones a la gran pantalla. Por el contrario, el carácter de "juego intelectual", de enigma de salón que para su resolución precisa de la mente privilegiada de un detective con cualidades casi sobrehumanas, ha tenido éxito en pocas ocasiones (un ejemplo de estas pocas sería "Asesinato en el Orient Express", de Sidney Lumet).

En este caso nos hallamos ante un filme de corte expresionista, opción estilística y visual que se ajusta muy bien a los requisitos propios del relato; pese a permitirse alguna que otra licencia, sigue de forma bastante fidedigna el argumento de la novela, captando bastante bien el ambiente, con toques fantasmales correctamente sugeridos y dispuestos. Tal vez hubiera podido exigirse un guión más rico o matizado, pues el que aquí comentamos resulta algo soso, aunque no fallido. Las interpretaciones son correctas, si bien la mayoría oscurecidas por el protagonismo de Rathbone (magnífico transmitiendo la frialdad característica del detective) y de Bruce (compone un Watson excesivamente tonto, pero aporta necesarias dosis de humor a la historia); mencionar también que el sabueso está muy bien concebido, siendo su aspecto bastante infernal.

Por tanto, y aún admitiendo que no es una gran obra, todo aficionado a las historias de Holmes y Watson disfrutará con esta película de tenso y siniestro ambiente, y tal vez, si la rememora en la soledad de un páramo, acierte a oir los aullidos del fantasmal sabueso y a atisbar el brillo decidido e inteligente en la mirada de Holmes.