No me voy a extender demasiado con una crítica dedicada a una película que, ya de por sí, se ve que no es de miedo. Es más, tampoco es de suspense, así que no sé qué pretendía el director con este elemento de tiempo infinito para lo tostona que es la historia y lo patéticos que son los papeles de los actores.

Ya que empiezo por ahí, pues eso: los actores. ¿Por qué Liam Neeson aceptó a hacer este proyecto de película que no tiene ni pies ni cabeza? No me sentía tan decepcionada con un actor de calibre desde que vi a Jeremy Irons en Dragones y Mazmorras (la crítica, próximamente). Detesto que un buen actor participe en una película mala porque desmerece mucho su talento y su criterio propio. Será por películas buenas, que tienen que escoger las malas para ir tirando. En fin...

La historia es aburrida, aburrida y doblemente aburrida. Yo pensaba que sería un thriller psicológico, tipo La Señal, de esos que te dejan sin aliento y con el corazón en vilo hasta la resolución del misterio. Pero no, resulta que no es así. Una insulsa mujer de insulsa vida se mete en una casa encantada (guau, qué original) y decorada con pésimo gusto, y empieza a ser víctima de una serie de fenómenos paranormales a cual más extravagante e irreal. Los efectos son tan cutrongos que ni miedo dan. Es más, en algún momento hasta me he reído con ganas. Pero es horrible. Te tienes que reír por no llorar, porque es patética hasta decir basta.

He aquí mi laudo: no vale ni para una tarde de sábado, porque seguramente durante la siesta tendrás pesadillas y un millar de niños espectrales te susurrarán al oído "¡Eleanor, Eleanor, ayúdanos!" hasta que desees pegarte un tiro para no tener que escucharlos más.

He dicho.