Centrada en una familia con una larga tradición de pastores protestantes en Dinamarca, pudiera parecer que el tema de la religión es el núcleo de la serie. Si fuera así, yo no habría pasado del segundo episodio.
Sin embargo, esta es sobretodo una serie de personajes que vas descubriendo poco a poco por las rendijas de luz que aporta cada episodio. El calado, la profundidad y el respeto con que nos asomamos a esas vidas de hombres y mujeres de distintas edades unidos por el nexo de la familia y la religión, pero en realidad tan distintos, alcanza una progresión hasta el último capítulo de la primera temporada. Las interpretaciones de sus excelentes actores son imprescindibles en esta evolución.
Como regalo colateral, la sorpresa que sentimos como espectadores latinos cuando contemplamos los valores inherentes a las sociedades nórdicas, al margen de la religión, y los comparamos con los nuestros, como ya ocurría con Borgen, del mismo equipo encabezado por Adam Price. Uno no puede dejar de preguntarse si aquí seríamos capaces de plantearnos siquiera una serie así.