El absurdo de una guerra que ni los propios combatientes sabían el motivo por el que se encontraban allí, donde fueron alistados forzosamente muchos miles de jóvenes arrancados de sus casas para llevarlos a luchar y morir a Asia, a un país del que lo desconocían todo, mientras en EEUU la gente seguía viviendo confortablemente, ajenos a una guerra que nunca se ha producido en sus fronteras excepto las guerras que ellos mismos provocaron para independizarse y secesionarse en la abolición de la esclavitud, donde se levantaban con las noticias que les querían contar de una guerra que ni les iba ni les venía, que sólo les afectaba directamente cuando moría alguno de los suyos o volvían con las cicatrices en el cuerpo y una gran derrota en el alma.

El absurdo de subir en once ocasiones a una colina sin ningún valor estratégico donde se dejan la vida los jóvenes que John Irvin nos va presentando, chicos que querían vivir y hacer el amor, estudiar y tener una vida ajena totalmente a los oscuros fines de sus políticos y de sus mandos militares, donde todo se resume en la cinta de cassette que le envía una novia a un soldado, mientras el director nos presenta a través de los propios combatientes, los problemas de integración entre blancos y negros en el mismo frente, donde la vida de unos estaba en las manos de los otros.

En definitiva, intenta plasmar el absurdo de una guerra que hasta nuestros días no ha sido fundamentada convincentemente.

Para amantes del cine bélico, un 8.