Haz click aquí para copiar la URL
Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
8
Romance. Drama Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene quince años y sabe que lo normal es salir con chicos, pero tiene dudas sobre su sexualidad. Una noche conoce y se enamora inesperadamente de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul. La atracción que despierta en ella una mujer que le muestra el camino del deseo y la madurez, hará que Adèle tenga que sufrir los juicios y prejuicios de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica "Blue", de Julie Maroh. (FILMAFFINITY) [+]
3 de enero de 2014
203 de 303 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gusta recurrir a clichés, generalizar y frases hechas pero, después las furibundas reacciones sobre “La vida de Adèle”, nadie entiende a las mujeres… y mucho menos si son lesbianas cabreadas. Es una indudable verdad que a las mujeres no se las entiende, se las quiere… y punto. Y por ese motivo (después del último punto) llega el arranque de esta carta de HAMOR a todas las lesbianas iracundas, esas mujeres que han defecado excrementos por su boca sobre esas alargadas y polémicas escenas sexo entre dos actrices heterosexuales, la deshonestidad de la propuesta y el oportunismo (conformista) de la cinta de Abdellatif Kechiche. Aquellas señoras que han clamado desde el bostezo contra la película que se ha ganado el corazón de la crítica (hiperbólica), alzado con la Palma de Oro en Cannes y que, en definitiva, ha sido nominada a los Globos de Oro, Satellite Awards, Premios del Cine Europeo o Independent Spirit Awards. Que si es una aburridísima fantasía pornográfica disfrazada de transcendencia y calado dramático, que si es morbo despreciable, que si no tiene argumento ni guión y muestra a gente durmiendo todo el rato (¡Warhol sólo hay uno, hijos de fruta gabachos!), que si las películas con grandes historias de amor tienen que ser tan castas como “Casablanca”, que si para ESO se inventó la elipsis y que si todo es un monotema sexual para crear polémica gratuita en un país hipócrita y falso. ¡Qué vuelan los Tomates Asesinos (castos y heterosexuales) a Francia YA! En definitiva y resumen, esta carta va dirigida a esas hembras que han criticado hasta la bilis el morbo gratuito de una propuesta reputada como pornográfica e irritante, enfocada únicamente al público heterosexual (corto de miras y voyeur nato, según ellas) para su material masturbatorio y segregación bucal. Porque al cine uno va a hacerse un dedo o una paja, ¿no?

Queridas lesbianas cabreadas, el (gran) cine vive muchas veces de la polémica y las largas secuencias de sexo que protagonizan Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux no surgen ahí por casualidad (ni furor escrotal o uterino), ni Abdellatif Kechiche estaba ocupado bajándose la cremallera durante el rodaje y extasiado dándole a la zambomba eludiendo decir CORTEN. No, se trata de una prueba de fuego para que el propio espectador se enfrente a sí mismo y a sus prejuicios sobre la aceptación de ver a dos mujeres que se aman practicar sexo (a tiempo real). Así de simple, así de natural. No hay nada más dentro de ese hiperrealismo en que queda enmarcada la propuesta… y vosotras, lesbianas cabreadas, no habéis superado la prueba porque habéis demostrado que realmente no os aceptáis a vosotras mismas ni a cómo os ven otros. Otra cuestión es que podemos aceptar la crítica desde el conocimiento y que deberían haber contratado a actrices lesbianas (o consultoras o asesoras homosexuales) que hubieran enseñado a las actrices a usar las manos (que luego van a la comida) y perfeccionar la ‘tijereta’ como plausible ejercicio de realidad. “La vida de Adèle” quiere, pretende y se desvive por ser un docudrama de amor en toda su extensión trascendental y, por si lo desconocíais amadas lesbianas cabreadas, la gente que se quiere también folla en cuadrupedia o en misionero, pero folla al fin y al rabo. ¡No tenéis la exclusividad de ciertas posturas ni inventásteis el kamasutra, hijas mías!

El azul es un color cálido y aquí representa el amor. La puesta en escena de Kechiche circula sobre un ciclo vital de la propia Adèle: la vemos soñar, comer, caminar, bailar sobre una cambiante banda sonora, conversar desde la vacuidad al arte al relacionarse con otras personas, volver a su hogar, crecer y, por supuesto, fornicar. La propia película parece repetir esa aparente monótona estructura como si estableciera una vinculación orgánica pero también habita una transformación azulada de la protagonista, vampirizada por ese amor que emerge en su adolescencia y con el que se sumerge en la madurez, en ese mar de deseo que al final sabe a amor y en el que ahoga sus penas. Evita la devastación y exuberante tristeza del material original para sentenciar el sufrimiento significativo de ese camino de Adèle perfilado sobre el destino y ese contraplano final que invita a la despedida del espectador. No elegimos de quién nos enamoramos. Nadie lo hace. Y aquel torbellino de sentimientos a flor de piel, de realismo construido a base de diálogos en apariencia improvisados, gemidos, lameteos y miradas luminosas se convierte en un huracán de universalidad. En matices de un teatro que representa al amor condenado a fracasar y ser arrastrado dentro del recuerdo. Tan banal y física como profunda y emotiva, “La vida de Adèle”, queridas lesbianas cabreadas, sencillamente no os ha gustado porque sabéis que en realidad no habla sólo de vosotras sino de todos nosotros, de ese amor puro y la pérdida del mismo, del reencuentro y la separación sobre un telón en el que no importa el sexo o la orientación sexual. Porque, al final del cuento, todos somos una lesbiana cabreada vestida de azul que debe volver sola recordando el camino por el que anduvo previamente. Así es la vida, te llames Adèle o Ambrosio.
Maldito Bastardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow