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Voto de Cthulhu:
9
5,8
325
Drama
David, un fotógrafo independiente, y Katia, una mujer sin trabajo, abandonan Los Angeles para adentrarse en el desierto donde tienen previsto realizar una sesión de fotos para una revista. (FILMAFFINITY)
7 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según el director Bruno Dumont, en su opinión este film debería mostrarse en museos antes que en salas de cine. Para algún espectador este comentario puede ser pretencioso, pero Dumont esta lejos de serlo, no ofrece una teoría o solución única a las preguntas que plantean sus películas, admitiendo con humildad no saber el factor decisivo pero contemplando con la mayor veracidad lo que ocurre en la humanidad. Respecto al comentario de verse en un museo, en mi opinión reside en el hecho de encontrar al público que disfrute las películas y el miedo a ser tratado de arrogante, vacío y con intenciones de engañar al espectador, ejemplos que en ocasiones comentan cierto público.
A pesar de tener elementos en común con el cine sórdido del Nuevo Extremismo Francés y en particular con la excepcional Irreversible de Gaspar Noé. La película de Dumont sería mas pictórica que teatral (que no cinematográfica). Pierden importancia los diálogos y en ocasiones el argumento en pos de la abstracción. Las emociones que pueden desembocar el desierto, las rocas, el polvo o el viento o mejor aún las corrientes psíquicas subterráneas de la pareja protagonista, representados en esos largos primeros planos que desembocan en risotadas, ataques de ira, llantos, orgasmo, etc.
Los dos mayores logros de Twentynine palms son a mi juicio. Por un lado la repercusión que tienen todas las conversaciones por muy anodinas que puedan parecer o escenas como la de la presa en la piscina que reflejan la Amenaza, y que cobran mayor transcendencia después del final. Por otro lado, el uso del terror y el sexo, fuera de la estética de los géneros. Resaltando la importancia de los instintos animales que adquieren una veracidad que impacta y desconcierta al espectador. Michael Haneke podría ser un ejemplo de este uso de la violencia. Al que Dumont añadirá el sexo para materializar ese amor/odio abstracto.
A pesar de tener elementos en común con el cine sórdido del Nuevo Extremismo Francés y en particular con la excepcional Irreversible de Gaspar Noé. La película de Dumont sería mas pictórica que teatral (que no cinematográfica). Pierden importancia los diálogos y en ocasiones el argumento en pos de la abstracción. Las emociones que pueden desembocar el desierto, las rocas, el polvo o el viento o mejor aún las corrientes psíquicas subterráneas de la pareja protagonista, representados en esos largos primeros planos que desembocan en risotadas, ataques de ira, llantos, orgasmo, etc.
Los dos mayores logros de Twentynine palms son a mi juicio. Por un lado la repercusión que tienen todas las conversaciones por muy anodinas que puedan parecer o escenas como la de la presa en la piscina que reflejan la Amenaza, y que cobran mayor transcendencia después del final. Por otro lado, el uso del terror y el sexo, fuera de la estética de los géneros. Resaltando la importancia de los instintos animales que adquieren una veracidad que impacta y desconcierta al espectador. Michael Haneke podría ser un ejemplo de este uso de la violencia. Al que Dumont añadirá el sexo para materializar ese amor/odio abstracto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El final es la clave de twentynine palms, y es tan inesperado y extremo, que puede ser el punto culminante para detestar la película o consagrarla.
Por último un apunte de Nando Salvá en Paisaje abstracto con hombre al fondo. Goya no pintó el horror del hijo devorado por su padre, Goya pintó el horror del padre que, dominado por el miedo a sí mismo, devora a su propio hijo(...). Las pinturas negras de Goya hablan de la mísera naturaleza humana esclava de sus miedos y de su horripilante condición. Como el cine de Bruno Dumont.
Por último un apunte de Nando Salvá en Paisaje abstracto con hombre al fondo. Goya no pintó el horror del hijo devorado por su padre, Goya pintó el horror del padre que, dominado por el miedo a sí mismo, devora a su propio hijo(...). Las pinturas negras de Goya hablan de la mísera naturaleza humana esclava de sus miedos y de su horripilante condición. Como el cine de Bruno Dumont.