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España España · Oviedo
Voto de Gould:
6
Drama Lee, una mujer abatida por el el suicidio de su marido, un afamado pianista, debe superar la tragedia y sacar adelante a sus dos hijos. A pesar de todo, sigue enamorada de Chris, un antiguo amigo. La situación se complica cuando la hija, que ignora los sentimientos de su madre, también se enamora de Chris. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Zigler Leonard fue un gran pionero del cine en el que hizo de todo antes de pasarse a la dirección en 1913, logrando una abundante producción y convirtiéndose en uno de esos apreciados y fiables artesanos de las productoras, especializado en el musical y el melodrama, en el seno de la Metro. Su mejor película posiblemente sea “Pride and prejudice” (1940, Más fuerte que el orgullo”) protagonizada por Greer Garson y Lawrence Olivier, adaptación de la soberbia novela de Jane Austen publicada en 1813.

La que hoy nos ocupa reunía bastantes condiciones para convertirse en un excelente melodrama romántico de tema psiquiátrico y, desde luego, no es mala, pero peca de excesiva circunspección. Los estrictos modelos de las productoras a veces funcionaban y a veces encorsetaban de tal manera el producto que caía en la correcta medianía. Al fin y al cabo, para que un melodrama funcione tiene que soltarse el pelo en algún momento y luego que la tempestad se resuelva mediante una catarsis liberadora y moralizadora.

Aun así, la película tiene algunos elementos de enorme disfrute, en especial, la pareja protagonista formada por Walter Pidgeon y, sobre todo, la excelente Claudette Colbert, con una interpretación sin grandes gestos, pero llena de matices. No así June Allyson, en un incómodo papel, poco creíble, de adolescente con problemas psiquiátricos que no cuadra ni con sus dotes interpretativas ni con la edad real que tenía -29 años-.

El resultado final es un típico producto hollywoodiense de la segunda mitad de los años 40, bellamente pulido pero gélido, con toques de drama psicológico y pinceladas de cine negro. Toda la producción es elegante, con esa capacidad industrial que tenía Hollywood para producir docenas de películas si bien no maestras sí de un altísimo nivel técnico en el que destaca la fantástica fotografía de George Folsey, trece veces nominado al Oscar que, por cierto, nunca ganó.

Historia de recuerdos y culpabilidades, de ocultaciones y obsesiones enfermizas, se deja ver, pese a todo, con interesado agrado
Gould
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