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España España · Oviedo
Voto de Gould:
10
Bélico Unos soldados alemanes, cuyo submarino ha sido hundido frente a las costas canadienses, tratan de llegar a los EEUU, todavía territorio neutral. El grupo sufrirá todo tipo de visicitudes en su desesperada huida e irá sembrando el pánico por todas partes. (FILMAFFINITY)
24 de agosto de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinaria película, tercera colaboración de la pareja formada por el director británico Michael Powell y el guionista austro-húngaro, nacionalizado británico, Emeric Pressburger y última antes de formar “The archers” (Los arqueros) y estrenar “One of our aircraft is missing” (1942) la primera de su larga lista de inolvidables obras maestras donde compartían tareas de guion, producción y dirección.

Durante la segunda guerra mundial un submarino alemán que pulula por las costas de Canadá desembarca a un grupo de siete hombres antes de que sea hundido por las fuerzas aéreas. La película, vista desde el punto de vista de los alemanes –una de sus muchas atrevidas originalidades, más aún en 1941- cuenta el fatigoso recorrido, trufado de crueldad, de este grupo de nazis en su afán por alcanzar el paralelo 49 -“la única frontera no defendida del mundo”, límite que separa a Canadá de EEUU, país que en ese momento no estaba en guerra y se convertía en territorio neutral.

Quien conozca mínimamente la filmografía de este tándem de genios cinematográficos no puede sorprenderse por la originalidad y, en algunos casos, prodigiosa excentricidad de esta pequeña maravilla. Alegato antinazi de tonalidad documental, a ratos drama o comedia, las más de las veces película de propaganda, aunque trascendida como defensa de la libertad frente a la tiranía, película de guerra y road movie a un tiempo, reportaje etnográfico -esquimales, indios o religiosos huteritas pasan ante nuestros asombrados ojos-, emocionado homenaje a Canadá como símbolo de libertad y democracia y, sobre todo, canto a la libertad, la diversidad y la tolerancia racial todo en uno.

La película contrasta el modo de vida de los alemanes bajo el nazismo, su asesina ideología y estúpida grandilocuencia, con diferentes formas de libertad, sea la de los tramperos de las zonas más frías, la de los inocentes esquimales, la de una comunidad de religiosos huteritas de origen alemán –impresionante el parlamento de Anton Walbrook-, la de un solitario escritor que descubre su valor o la de un simple soldado de reemplazo que se ha tomado varios días de permiso de más sin avisar.

Además es lo suficientemente inteligente, aún en su aire propagandístico, para hacer un lúcido retrato del enemigo, en especial el cuidado personaje de Vogel, un soldado a la fuerza, de fuertes convicciones religiosas, que siente una enorme atracción por la vida de los huteritas y que se siente algo extraño en compañía del teniente Hirth.

La música de Ralph Vaughan Williams y el montaje de David Lean sirven de marco ideal para la emocionante exhibición de los actores, desde un delicioso Lawrence Olivier como franco-canadiense de acento inimitable, capaz de reírse del fanatismo nacionalista de los nazis y darles una lección de democracia con gracia y salero, pasando por la desarmante exhibición de ironía de Leslie Howard o la crueldad del fanático oficial alemán excelentemente interpretado por Eric Portmant en su huida hacia la frontera, sin olvidar a un conjunto de grandes actores secundarios.

La película está plagada de detalles de una sensibilidad única, en un magma de una fluidez narrativa modélica (aquí destaca la mano de David Lean), con escenas y momentos extraordinarios, lleno de ingeniosísimos diálogos dentro de un acabado guion -que ganó un Oscar- plagado de retruécanos argumentales y escenas admirables, como la de la búsqueda de los nazis entre la multitud, todo ello tiznado -marca de la casa- por un ligerísimo pero fino humor y un fantástico final protagonizado por Raymond Massey.

Soberbia.

“Un superhombre armado contra un demócrata decadente y desarmado. Qué dirá de esto el doctor Goebbels”
Gould
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