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España España · Oviedo
Voto de Gould:
8
Drama. Terror Un prestigioso científico vive obsesionado con la idea de encontrar una fórmula que le permita aislar los impulsos malignos del ser humano. Cuando lo consigue, decide experimentar consigo mismo y se bebe la poción que ha inventado. A partir de ese momento, se convierte en un monstruo de maldad que deambula por las calles durante la noche cometiendo todo tipo de fechorías. Adaptación de la obra homónima de Robert Louis Stevenson. (FILMAFFINITY) [+]
16 de enero de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la conocida novela de Robert Louis Stevenson “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” (1886) dirigida por el director norteamericano Victor Fleming, segunda aproximación sonora que, junto a la de Rouben Mamoulian, realizada diez años antes en 1931, constituyen los dos mejores acercamientos a dicha obra, cada una en su estilo.

Esta es una producción de la MGM técnicamente más cuidada pero menos admirable desde un punto de vista artístico. La gramática aquí es menos original, más domesticada, sigue las reglas del cine clásico comercial en cuanto a fotografía, montaje, planificación y, a diferencia de la versión de Mamoulian, con su impresionante trabajo de cámara, nada llama la atención desde ese punto de vista. Incluso copia algunas soluciones visuales de la primera versión como la escena del espejo cuando ella brinda por la muerte de Hyde.

Fleming no se interesa mucho por los efectos especiales o el proceso de transformación de Jekyll en Hyde, tan detallado y repetido en la anterior versión, que aquí se reserva para prácticamente el final de la película, pero, a cambio, el resultado es mejor -la primera era más discutible desde el punto de vista del maquillaje, entre simiesco y negroide, políticamente incorrecto en estos aburridos tiempos de seráfica corrección-. Por el contrario, en esta versión la música tiene aquí un valor añadido que en la primera no existía –o, sencillamente no le hacía falta.

Tracy es más ambiguo e irónico, más amable, menos sulfuroso que Frederic March, pura anarquía y destrucción. La violencia y energía de la primera se ve dulcificada y se pierden todas las alusiones sexuales típicas del cine “precode” de la primera. A cambio, las ampulosas y acarameladas escenas románticas de la primera versión, que han envejecido sin piedad, aquí se sostienen sin dificultades. En ese sentido, el plantel femenino sí es superior a la primera versión, con unas subyugantes Ingrid Bergman y Lana Turner. Por cierto, fue esta una de las primeras películas que Bergman rodó en EEUU, después de una docena de filmes en Suecia y justo antes de rodar “Casablanca” (1942) con Michael Curtiz, que la convertiría en un mito del cine para la eternidad.
Gould
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