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Voto de Archilupo:
10
Drama Relata la juventud de Apu en Benarés, su deseo de independizarse y estudiar en Calcuta para poder llevar una vida diferente a la que han conocido sus padres. Segundo film de la "Trilogía de Apu". (FILMAFFINITY)
30 de diciembre de 2008
42 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Satyajit Ray creció con ambas culturas, bengalí y occidental, en el horizonte. Su padre era pintor y músico, y su madre una mujer cultivada. En los 40, Calcuta estaba llena de militares estadounidenses y se proyectaba todo Hollywood. Ray lo admiraba: cómico mudo, western, negro… Y el soviético y Flaherty, aunque la mayor influencia fue Tagore, en cuya escuela se formó. Cuando fundó el primer cineclub de la India, en 1947, trabajaba como dibujante publicitario. En 1950 ayudó a Renoir durante el rodaje de “El Río”. A la vuelta de una estancia profesional en Londres, empapado de neorrealismo y demás corrientes, tenía cuajado el proyecto de Apu a partir de una novela que había resumido e ilustrado.
La filmación de la primera parte duró casi tres años por problemas financieros, con parones de meses. Un préstamo sobre un seguro de vida y una subvención oficial sirvieron para terminar, sin ganar una rupia. El respaldo de Cannes permitió afrontar esta segunda parte con recursos nuevos, como la luz rebotada en pantallas.

Apu emigra con sus padres a Benarés, huyendo de la miseria de la aldea. El tren es la red arterial del país, un símbolo del cambio. Al anochecer se oye el silbido, y la silueta del convoy se recorta contra el horizonte, escribiendo en el poniente con el hilo de humo.
Aunque en toda la película sólo se ve un automóvil, en la ciudad milenaria la vida hierve. Son constantes los festivales religiosos. A orilla del Ganges sagrado, al pie de las escalinatas, la actividad no cesa: baños y abluciones, meditación y rezos; ascetas y gimnastas, fakires y santones, saltimbanquis, sanadores y animales en callejas estrechas, dédalo medieval en cuya vida colectiva lo material es secundario.
El padre consigue pacientes a quienes vender remedios herbales, y alumnos a quienes recitar sutras.
Apu se adapta. Corretea, curiosea, abierto y receptivo, inmerso en el mundo nuevo. La vida espiritual palpita junto al Ganges, pero las humildes barriadas son demasiado insalubres.
Cuando vuelven a la vida rural, Apu brilla en la escuela y a los 16 consigue una beca para estudiar en Calcuta, en inglés. Su talismán es un pequeño globo terráqueo. Le fascinan las curiosidades científicas: la vida en el Polo Norte, la exploración del África Negra, el eclipse lunar...
La devoción por el conocimiento le alejará de su madre, personaje central interpretado portentosamente por Karuna Bannerjee.

Como resultado de la esmerada elección de cada plano, la vida es filmada con sencillez y seriedad totales, rebosante de una profunda belleza, que no es occidental ni tampoco solamente oriental sino universal, como el maravilloso Ravi Shankar.
En esta segunda entrega del ciclo pasa de nuevo la vida. Ray la capta y recrea a fondo, cuando en otras zonas culturales del planeta queda fuera del alcance, no cabe en las formas vacías o gastadas.

La captación de la vida y la muerte en una película es siempre un fenómeno milagroso. Se da en una de cada mil, o diez mil, o más…
Archilupo
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