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Voto de Archilupo:
8
Drama. Comedia Archibaldo de la Cruz ha visto en su infancia morir a su institutriz, alcanzada por una bala perdida, mientras él se escondía en el ropero de su madre. Ya adulto, la muerte de varias mujeres cercanas a él hacen que Archibaldo crea que es un asesino. Su único argumento es que él deseó todas esas muertes y que las mujeres terminaron siendo asesinadas. Interrogado por un juez, Archibaldo desvela su vida y las razones por las que piensa que ... [+]
11 de agosto de 2008
80 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Archibaldo de la Cruz viste capa española.
En las tabernas donde se consumen bebidas llameantes pide siempre un vaso de leche. “¡Pero que personajote está usted hecho, don Archi!”.
Usa maneras corteses, recortado bigotito de galán, dentadura brillante y tupé con reflejos.

2. Ingresado por agotamiento nervioso, cuando cuenta cómo de niño mató a su institutriz, la monja-enfermera no le cree.
Buñuel se embarca en ese relato y lo cinematografía con vivacidad.
Escena primitiva, que crea un vínculo morboso entre fetiche, placer erótico y muerte: Archibaldito, hijo único, juega a esconderse en un ropero, vestido con zapatos y corsé de su madre. Recibe el regalo de una caja de música. La institutriz improvisa para él un cuento: un genio dio al poseedor de la caja el poder de matar con sólo desearlo. El niño prueba en silencio, justo cuando una bala procedente de una revuelta callejera alcanza a la institutriz, que cae al suelo, muslos y medias al aire.

3. Cuando Archibaldo se presenta en comisaría, atribuyéndose ufano la muerte de la monja, el inspector-jefe, condescendiente, no le cree.
—El pensamiento no delinque. Desear la muerte de alguien no es delito.
No obstante, procede a tomarle declaración. Archibaldo se explaya otra vez, y otra vez Buñuel, al galope, lo convierte en cine cuajado de recursos.
Archibaldo había recuperado en un anticuario la caja de música. La profunda huella de su cerebro se refrescó al oír la melodía. Las notas, un corte accidental de navaja en la mejilla, la sangre con que la imaginación riega los muslos destapados de la institutriz muerta…, una erupción de placer febril y neurótico.

4. Unido a la atracción por una mujer, el impulso homicida. Archibaldo maquinará el asesinato de mujeres virtuosas y mujeres emputecidas, y si mueren a manos de otros, o en accidentes, se pretenderá él el criminal, en virtud del poder asociado a la recuperada caja de música.
Una forma de ser alguien: un tremendo criminal, ya que no un santo o, simplemente, un hombre...
Masoquismo, sadismo, megalomanía y diversas formas de impotencia van hinchando la confesión.

5. Plan idóneo para dar Buñuel rienda suelta al irrepetible enfoque de su oscuro objeto del deseo, lo femenino que oscila entre la virgen y la prostituta, la santa y la bruja.
La invocada figura de Juana de Arco, ejecutada en el fuego, sintetiza algunos de esos atributos…
“Mi pequeña Juana de Arco”, es uno de los tenebrosos piropos de Archibaldo.
Y para dar también rienda suelta al fetichismo, en potentes escenas, densas, que rezuman una morbosidad explosiva como un gas: maniquíes casi vivos, prendas íntimas (pantaletas) que se ponen y se quitan, medias negras..., todo ello mezclado con diversas impregnaciones religiosas.

6. El discutido final, que rompe la compacta unidad de humor siniestro y lirismo fúnebre, fue descrito por Buñuel como un ‘scherzo’. A broma hay que tomarlo, pues.

(8,5)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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