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España España · Valencia
Voto de jamacuco:
9
Drama Ante un tribunal, Zain, un niño de 12 años, declara ante el juez. -¿Por qué has demandado a tus propios padres? -Por darme la vida.
21 de octubre de 2018
118 de 125 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asistí a la proyección de Cafarnaúm de la directora libanesa Nadine Labaki, dentro de la sección informativa de la la Mostra de Valencia, Cinema del Mediterrani. Tenía cierta expectación por verla dada su premio del Jurado en Cannes 2018 y por sus películas anteriores, sobre todo Caramel, aunque alguna crítica leída después de los honores recibidos en Francia hizo que me impusiera una cierta cautela. Innecesarios, pues la película la considero impresionante.

Se trata de una producción muy dura pero bellamente filmada. Nos narra la vida de un chaval de Beirut, de unos 12 años, y cómo se desenvuelve en un ambiente de explotación infantil en varios ámbitos: familiar, laboral, social... Con algún momento en apariencia de documental, la trama discurre en la triste realidad de los suburbios de la capital libanesa vista a través de los ojos del joven Zain, aunque lo primero que sabemos de él es que quiere denunciar a sus padres por haberle traído al mundo. Y lo hace desde la cárcel y ante un juez. Ahí es cuando empieza la narración, en flashbacks, de su historia: la miseria económica y moral que le rodea y que a veces nos desespera y nos revuelve las tripas .Espeluznante.

El film es crítico con las tradiciones en un país de grandísimos contrastes: con los niñas como víctimas, con casamientos consentidos entre familias para quitarse una boca que comer; o con el rol que hombres y mujeres "deben" ocupar según se supone que es su lugar en esa sociedad, y que mediante las desgarradoras declaraciones de los padres pasas de la repulsión a la lástima infinita; o las situaciones que potencian la desesperación, la pobreza o la bajeza de algunas personas, siendo presa fácil de mafias y explotadores varios. Vomitivo.

También pone el dedo en la llaga a la hora de valorar la dignidad del ser humano independientemente de si tienes papeles o de dónde provengas o cuál sea tu situación. Hay un momento en que da igual que seas libanés o extranjero (por cierto, a veces olvidamos que hay inmigrantes sin papeles en todos los países del mundo, incluidos los del tercer mundo o en vías de desarrollo y en las condiciones en que viven). Tener un papel que indique quién eres puede decidir tu vida, aunque los sentimientos y actos de compasión o ayuda son independientes de tu edad, tu condición o tu nacionalidad. Y eso, que es la base de lo podía considerarse humanidad, es olvidado muchas veces por este mundo tan asquerosamente burocratizado.

La banda sonora de Khaled Mouzanar (cónyuge de Labaki y que colaboró también en sus películas anteriores) me parece excelente. Potente y desgarradora, las melodías refuerzan emocionalmente los momentos más duros del film, en el que no hacen falta palabras y la desesperación te pone un nudo en la garganta y te acogota el alma.

Hay quien ha acusado a la directora de recrearse en la "pornomisera" infantil de su país, de hacer un "Slumdog Millionaire" más duro y a la libanesa o situarse en una posición moral superior al acusar de ciertas prácticas del Beirut más pobre a la propia gente que puebla esos barrios de la ciudad, como si fueran directamente culpables de la sobrepoblación y su falta de recursos. Tampoco ha gustado que se incluyera ella misma en un papel muy secundario, de abogada de Zain, y por tanto dando a entender que se posicionaba como acusadora de esas prácticas. Sin embargo creo que es una película valiente y sensible, que consigue tirarnos a la cara una realidad de países de nuestro entorno mediterráneo y que explicaría lo que mucha gente busca cuando llega a las fronteras de Europa: dignidad, oportunidades para llevar una vida decente.

Nadine Labaki consigue transmitirnos una imagen de este duro mundo de forma sincera, sin endulzamientos ni justificaciones basadas en la tradición. Lo hace de una forma abierta y sin artificios, un puñetazo en la mesa, una ventana abierta a una realidad, que aunque giremos la cabeza, sigue estando presente. Y quizá ese sea el gran éxito de su realización, que a pesar de hacer que nos revolvamos en nuestro mullido asiento esperamos ansiosos el desenlace final,con la esperanza de que no sea tan terrible. Con alguna situación tragicómica la directora nos va haciendo digerir la tragedia aunque el final, quizá un punto "naive", nos suaviza la sensación que nos acongoja en todo el metraje. Como el último plano, donde el joven Zain, el protagonista, nos regala su única sonrisa en la película, pues se está haciendo su primer documento de identidad y no su certificado de fallecimiento.
jamacuco
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