Una idea clara y concisa desde el primer momento. Una trama realista, con toques frescos a pesar del 'déjà vu' continuo al que podemos estar anclados. Las reminiscencias de los 'thrillers' de antaño junto al drama más negro hacen que degustemos con cada papila de nuestro ser la magnífica interpretación del elenco actoral. El guion, a pesar de perder fuelle en la segunda mitad, acuciado por la trama y el ritmo, es descarnado, abierto en canal con la magestuosidad de una exposición clara, limpia, sin retoques, ayudado por una ambientación cargada y cálida, hasta de repugnante suciedad que empaña todos los prismas desde los cuales el espectador puede mirar. Cruda y osca es presentada la realidad. Los vaivenes de la trama, sin grandes giros ni vicisitudes inexpugnables dejan a un lado los héroes, cosificando a los dioses detectivescos. Una oda a la repugnancia endogámica de una sociedad muerta en valores y principios en la que navegamos con un destino pero sin un rumbo fijo. Creyéndonos cruceros todopoderosos no dejamos de ser veleros sin motor que dependemos de la marejada y el oleaje, siempre agreste y sin calma.