Plástica, visual y rítmica. Así es como se puede definir esta mezcla de sensaciones fílmicas. La gran oda a la combinación de las artes se enjuta en un guion lleno de aperturas artísticas, que con mágica y sensual mezcla llega al espectador en forma de historia natural y grata. La trama es sencilla pero rodeada de ambivalentes objeciones. Las secuencias se juntan unidas por la creación en si, por la creación rítmica y sensorial, que humedece al espectador en una ola de vivaces contorsiones. No podemos dejar pasar todo lo que vemos, de cómo los protagonistas viven por y para sus artísticos trabajos y que condiciona una forma de ser y de vida, que llegan a casar y cuadrar en sus múltiples facetas. Júlia Murat nos empapa de cultura artística y nos introduce sus ansias de mostrar ese mundo, y cómo es el devenir creativo y el comportamiento correlativo a sus sentimientos. El guion estructurado y definido, nos muestra con ritmo las tramas y cómo se desarrollan hasta el clímax final, que balancea sus vidas y sus historias personales. Música y sonoridad juegan un papel fundamental, dimensionan y dan valor al contorno, espaciándolo y dándole personalidad propia.