Esta serie de TV de 132 episodios (1961-1965) se proyectó en TVE en 1965 y constituyó una de mis primerísimas experiencias con la pequeña pantalla, y debo agradecerle, junto a la celebérrima “Perry Mason” (1957-1966), mi enorme afición a las películas de juicios. Pues aunque tenía corta edad, las preguntas y contrapreguntas de abogado y fiscal, mediando el juez, la parafernalia del acto solemne, jurado por medio, los alguaciles, el “yo juro”, etc., todo ello me fascinaba y me sigue gustando muchísimo.

Esta serie abordaba asuntos judiciales de casos delicados, por parte de la firma de abogados Preston y Preston, padre experimentado e hijo aprendiz. El objetivo de la firma era resolver estos casos complejos que muchas veces requerían investigaciones previas fuera de la sala de juicio. Además, la serie ganaba en realidad porque ocasionalmente, los protagonistas fracasaban en algunos juicios. Un factor importante del éxito de la serie fueron los guiones muy bien escritos (p.e. del creador de la serie, Reginald Rose) sobre temas poco habituales en la televisión de entonces, y unas interpretaciones de lujo.

Serie multipremiada sabía mantener perfectamente la atención del telespectador, por ejemplo la mía, y eso que era yo bien niño.