Esta película, entre muchas otras cosas, tiene una banda sonora que es un asco, compuesta por un montón de cancioncillas insulsas que no reflejan, ni en el mejor de los casos, la época que se supone que se está narrando. Nada menos que los 70. La era dorada del rock… y aquí sólo hay musiquilla de saldo.

De Cameron Crowe se puede esperar cualquier cosa, claro, porque el tío es un patán. Me da la impresión de que Crowe intenta parecerse a Ron Howard… así que, según esta teoría peregrina mía que no tiene por qué ser verdad, esta peli está hecha por un patán que imita a un mediocre. En fín, pa qué más.

Por más que se mente durante el metraje a Led Zeppeling, Black Sabbath, Lou Reed y no sé cuánta gente más, aquí nada de nada. Una peli de rock’roll sin rock’roll es como un vinilo sin vinilo, es decir, tan sólo un agujero.

Además, la niña ésta es inaguantable. La del poster, digo. Otra que no tiene ni puta idea de rock. Si le gustara sabría cómo se tiene que mover la cabeza al escuchar unos buenos metales… pero ésta es muy chuli. Que la aguante su madre, que también es muy chuli. Yo paso. Aunque, seguramente, ni siquiera sea culpa de la chica, si no de Crowe, que en todas sus pelis dirige a sus actores como si fuesen subnormales. Qué calamidad.

Toda la historia es una tontería. Lo único que se salva de esta banda de moñas casi casposos es Jason Lee, que no sé por qué, pero el caso es que le encuentro muy carismático.