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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
10
Drama Penúltimo largometraje de Manoel de Oliveira, que esta vez se divierte con una película de fantasmas en la que un fotógrafo emprende un viaje alucinado después de retratar a la hija muerta de los propietarios de un hotel. Sin caer en la nostalgia del que sabe que la visita de la Parca está proxima, el director nos invita a un viaje mágico en el que la realidad y la ficción se funden para darnos a entender que la vida y la muerte son una ... [+]
28 de mayo de 2011
32 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces he salido de un estreno con la percepción tan clara y rotunda que acababa de contemplar, no ya una obra maestra, sino en términos mucho más íntimos, una de aquellas películas que por siempre me acompañarán, porqué de la manera más hermosa posible me ha devuelto todo el amor que como espectador deposito en esa forma de arte llamada cine.

Intuía que Manoel de Oliveira, con 101 años en el momento del rodaje, iba a echar el resto en una película proyectada hace más de cinco décadas, y cuya idea nació de una experiencia vital que le marcó profundamente. Al mismo tiempo, acuciaba el temor de saber que las altas expectativas son siempre un arma de doble filo, ya que si no se cumplen el sentimiento de decepción se multiplica. Oliveira no las cumplió. Las superó.

Desde la apabullante sencillez de su planteamiento argumental sobre la relación amorosa de un joven fotógrafo con el espíritu de una recién fallecida, la cual le sonríe a través del visor, el director propone una deliciosa fábula moral que explora la pasión más allá de los límites de la racionalidad —extraordinarias las escenas oníricas en blanco y negro—, dónde lo sombrío no excluye la ironía y la búsqueda metafísica va de la mano de la carnalidad y la fisicidad en las actividades humanas más ancestrales, como dos caras indisociables de una misma moneda.

De esta manera, al igual que Hitchcock en "La ventana indiscreta", Oliviera indaga también sobre la imagen y la mirada en sus múltiples vertientes (la del protagonista, la del director, la nuestra…); es decir, sobre el propio hecho cinematográfico.

Como muchos maestros en sus obras postreras (Ford, Ozu...), Oliveira, que siempre ha buscado la esencialidad, llega a los límites absolutos de la depuración. Cada encuadre, en su tan elevado grado de rigor —pocas veces igualado— deviene significado purísimo cargado de resonancias y forjador de inaprehensibles sensaciones y, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, se va tejiendo el que para mí es, como "Cuentos de la luna pálida", "Ordet" o "Pather Panchali", un film sublime ("dicho de aquello que suscita una emoción pregona por su altísima belleza, que ultrapasa la comprensión humana"). O, si se quiere, una de las más poéticas y conmovedoras respuestas que jamás me han dado a la famosa pregunta de Bazin, ¿qué es el cine?

Si tuviera que traducir "El extraño caso de Angélica" a las palabras, escogería éstas de Miguel Hernández:


Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
Quim Casals
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