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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
7
Serie de TV. Animación. Acción. Fantástico. Ciencia ficción Serie de TV (1972-1974). 92 episodios. Dos arqueólogos encuentran los restos de una civilización antigua que era capaz de construir robots gigantes. Uno de ellos, el doctor Hell (doctor Infierno), cree que si consigue construir unos robots semejantes, entonces podría gobernar al mundo. El otro arqueólogo, el doctor Kabuto, se niega a secundar sus malvados planes y, a partir de ese momento, se convierten en enemigos. Hell ordena que ... [+]
23 de enero de 2013
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anduve preocupado unos días después de encontrar por casualidad en la red un fragmento titulado "La muerte de mazinger Z", y del cual, pese a haber sido fiel seguidor de la serie —en la primera emisión por TVE, la de verdad— no guardaba recuerdo alguno.

¿Cómo era posible tal olvido? En un primer momento pensé que tal vez me habría perdido el episodio, aunque es casi imposible que no me hubiese enterado. Otra posibilidad es que, incapaz de soportar tan trágicas y terribles imágenes —mi héroe desmembrado, con el estómago agujereado y sucumbiendo derrotado de rodillas—, mi subconsciente hubiese decidido eliminarlas de la memoria. Tras algunas indagaciones internáuticas, la hipótesis que presenta más visos de probabilidad es que TVE no emitió la serie completa, sino tan solo unos episodios seleccionados (por lo que parece a causa de las quejas por sus dosis de violencia).

A raíz de esta experiencia, he pensado nuevamente en la serie y hasta he vuelto a ver algún que otro episodio. Aunque sea un tópico, vale la pena insistir en que en casos como este la valoración más justa es siempre la que surge de la evocación y la sitúa en su contexto histórico y autobiográfico, cuando su visionado era el momento más esperado de la semana y se completaba esa devoción con álbumes (no mangas, que aún conservo) y cintas con las canciones en castellano y japonés.

Por eso no vale la pena detenerse en las deficiencias técnicas de la animación televisiva respecto a la del cine, y más en aquella época (aún así, aquí no encontramos cosas tan extravagantes como esos campos de fútbol de longitud quilométrica en la muy posterior "Oliver y Benji"). En realidad, lo único que nos importaba era el vigor narrativo, con esa estructura repetitiva y por ello reconfortante del Dr. Infierno amenazando al inicio de cada entrega con un nuevo y más sofisticado robot y Mazinger derrotándolo al final.

La imagen icónica, llena de resonancias casi mitológicas, era la aparición ritual de Mazinger emergiendo de su piscina después que las aguas se separaran para darle paso. El Barón Ashler era para mí el personaje más intrigante, al sugerirme la pregunta que da título a estas líneas, y se producía también una casta e incipiente aproximación lasciva hacia las rotundas formas de Afrodita A (independientemente que desde una mentalidad moderna salte a la vista el marcado sexismo de las situaciones, signo de sus tiempos).

Pero, de hecho, todos los aspectos ideológicamente discutibles deberían ser relativizados. Yo fui fan de esta serie, maté a cientos de indios con pistolas de plástico, emulé con espadas las andanzas de Sandokán, no dejé ejércitos en pie reproduciendo (con gran precisión, disculpen la inmodestia) los eléctricos saltos de Bruce Lee o los mamporros de Terence Hill y Bud Spencer y, a pesar de todo ello, desde la adolescencia hasta hoy aún no he conocido a nadie más antibelicista que yo, igual que de todos mis compañeros de correrías no tengo constancia que ninguno haya decidido seguir los pasos de Hannibal Lecter.

Lo que quiero decir con ello es que por mucho que los niños vivan las ficciones como si fueran realidad, me temo que su capacidad de discernimiento es mucho más elevada de lo que los adultos (pese a haber sido también niños) nos empeñamos muchas veces en creer, y lo que influye en actitudes y genera futuros patrones de comportamiento no debemos quizás buscarlo tanto en lo que sucede dentro de una pantalla como en lo que acontece frente a ella, padres a la cabeza.

Y, de todas formas, si convenimos en la necesidad de una televisión regida por evitar los malos ejemplos, lo que no se entiende entonces es que a Mourinho se le pueda escuchar en horario protegido.
Quim Casals
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