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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
8
Drama Diversos episodios de la vida de San Francisco de Asís. Francisco entendió la pobreza en un sentido estrictamente evangélico; él no tenía absolutamente nada. Amaba por encima de todo la creación de Dios, de ahí su amor a la naturaleza. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2013
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La elección por parte del nuevo Papa del nombre de Francisco en honor al santo de Asís ofrece una buena excusa para la siempre oportuna revisión de esta película, sin duda la más hermosa y atinada aproximación cinematográfica al ideal franciscano.

Rodada entre "Stromboli" y "Europa 51" se sitúa, pues, en el período que personalmente considero más fecundo en logros artísticos de la carrera de Rossellini. Como sucede con todo el ciclo con la Bergman, después de tantos años la película conserva intacta su plena modernidad, a partir en este caso de una estructura fragmentaria —una selección de estampas que adaptan libremente las "Florecillas"—que, al contrario de lo que cabría esperar en cualquier biopic al uso, obvia la figura de un protagonista y un conflicto central. La decisión de convertir a Francisco en un personaje más, sin "privilegiarlo" respecto a sus hermanos, se revela absolutamente coherente con el espíritu fraternal y humilde de la orden.

En ese mismo sentido, el hecho que gran parte del reparto lo constituyan auténticos frailes garantiza la transmisión de una emoción "vivida", neutralizando de paso la tentación paródica que fácilmente podría haberse dado en otras circunstancias ante tal opción de vida. Paradójicamente, una de las escasas aportaciones profesionales, la de Aldo Frabrizi encarnando al tirano Nicolaio, para mi gusto produce en su exagerada sobreactuación la única salida de tono al buscar una comicidad demasiado impostada.

En el resto de la película, en cambio, sí transita una desarmadora alegría vital, y conceptos tales como inocencia o ingenuidad —que en este mundo nuestro parece que solo sirvan ya para ridiculizar a la persona que los recibe— recuperan su auténtica dignidad. No quisiera pasar por alto el episodio del encuentro nocturno de Francisco con el leproso, uno de los momentos más intensamente conmovedores de toda la obra rosselliniana.

Ya sé que lo que diré ahora no tiene nada de objetivo ni científico, pero lo que me hechiza de Rossellini, sobre todo en esa época y de una manera pocas veces conseguida por otros directores (pienso por ejemplo en Pasolini y "El evangelio según San Mateo") es que experimento frecuentemente la sensación que el cine se esté inventando de repente, como si esas imágenes fuesen las primeras registradas nunca por una cámara. Aquí, por ejemplo, el momento inicial con los frailes caminando bajo la lluvia, o más tarde correteando por los campos o esperando la llegada de la hermana Clara, generan con su deslumbrante inmediatez la ilusión de una ausencia de intermediarios entre el espectador y lo que ocurre en la pantalla.

Pero lo más subyugante en esta ocasión es la total y absoluta adecuación entre esta pureza en la mirada y la esencialidad temática del film. Si no hubo nadie mejor que Visconti para sumergirnos en la decadencia aristocrática, otro tanto ocurre con Rossellini y "Francisco, juglar de Dios". Dicho de otra manera, nos lo creeríamos si nos aseguraran que el director de la película era también un fraile franciscano. Se produce así un fascinante juego de espejos entre lo mostrado y la película misma, convertida por ello en uno de los más radicales y genuinos ejemplos de cine eminentemente espiritual.
Quim Casals
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