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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
10
Thriller. Drama Dos hermanos de familia burguesa se encuentran en una situación desesperada y necesitan conseguir dinero sea como sea: Andy (Philip Seymour Hoffman), un ambicioso ejecutivo adicto a la heroína, le propone a su hermano Hank (Ethan Hawke), cuyo sueldo se va casi íntegramente en pagar la pensión de su ex mujer, dar un golpe perfecto: atracar la joyería que sus padres tienen en Nueva York. Aunque a primera vista parece muy fácil, las ... [+]
18 de julio de 2012
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un equipo plagado de magos del balón, Javier Mascherano se revela como una pieza enormemente valiosa, porqué Mascherano no hace nada del otro mundo, pero las cosas que son de este mundo las hace todas, y siempre, bien. Su entrega, profesionalidad, perfecto posicionamiento y generosidad en el esfuerzo facilitan así el equilibrio del engranaje y permiten otros lucimientos individuales.

Fue Sidney Lumet uno de los grandes Mascherano del cine, un artesano —término injustamente despectivo— en el que no encontraremos esa inaprehensible genialidad última que hace únicos a los Dreyer, Mizoguchi, etc., pero que siempre nos ofrecerá la solvencia del trabajo honesto y eficaz, sin reparos. Y, desde ese autoasumido segundo plano logrará, sin que nos demos cuenta, que nos alcance el brillo de otros aspectos, ya sea la profundidad temática (la reflexión sobre la justicia y la corrupción, por ejemplo), o el talento actoral (una constante en su obra).

Cerró ejemplarmente Lumet su filmografía con este thriller negrísimo ratificado como un soberbio melodrama (que era como el cineasta prefería categorizarlo genéricamente), manejado con el firme pulso narrativo del viejo zorro que sabe tomarse el tiempo necesario para profundizar en los espacios más recónditos y oscuros del alma de sus personajes (merece ahí destacarse un portentoso Philip Seymour Hoffman).

En este sentido, y al contrario de lo que ocurriría con cualquier maestrillo ávido de notoriedad en unos tiempos donde la deconstrucción narrativa es epítome de modernidad, la sagaz veteranía del director supo comprender sabiamente que la desordenación cronológica en el guion que se le ofreció no era una finalidad, sino tan solo un medio, en este caso uno sumamente eficaz para definir a los protagonistas y sus interrelaciones, que es lo que verdaderamente le importa. Por eso los saltos temporales se exponen con una claridad meridiana que rehúye cualquier tentación de confusionismo, y, de la misma manera, el atraco frustrado —no por casualidad mostrado al principio— es tan solo un punto nodal para encarar a los personajes con las motivaciones, las consecuencias y la responsabilidad ante sus actos.

Particularmente, por más veces que la vea, esta es una de aquellas películas, como "Mystic River" —otra indudable obra mayor del cine estadounidense contemporáneo— que suponen para mí una experiencia emocional de primerísimo orden. Desde el mismo inicio me agarra por dónde más duele y, con los ojos abiertos como platos incapaces de separarse de la pantalla y el corazón en un puño, no me suelta hasta un devastador desenlace que siempre me deja literalmente KO.

No me parece en absoluto inapropiado, en su sentido más justo, aplicar el adjetivo shakesperiano para una obra asimilable a lo que entendemos por la gran tragedia americana, o la disección crítica y sumamente lúcida de las miserias y debilidades humanas en el seno de una sociedad desintegrada, cínica, avariciosa y amoral. Cine, en definitiva, que atrapa, que duele, que hiere.
Quim Casals
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