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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
8
Cine negro. Thriller. Drama Julien Tavernier, héroe de la guerra de Indochina, trabaja para el industrial Simon Carala, y es el amante de su esposa, Florence. Para poder vivir juntos, los amantes deciden matar al marido de modo que parezca un suicidio, pero ocurre algo que no estaba previsto... (FILMAFFINITY)
15 de septiembre de 2010
55 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jeanne Moreau deambulando en la nocturnidad de las calles. Lo primero que viene a la cabeza es "La noche", de Antonioni; y, sin embargo, esa andadura ya se convirtió aquí en el icono de un film con envoltorio de thriller, pero cuya esencia se podría emparentar con aquella famosa estampa en blanco y negro de James Dean paseando por Times Square, obra del fotógrafo Dennis Stock.

Malle declaró alguna vez que en su debut estaba presente tanto el tributo al género y a Hitchcock en particular, como a Bresson, con quien ya había colaborado. De Hitchcock, más que métodos concretos de planificación, toma ante todo prestada la maliciosa ambigüedad moral con la que el maestro inglés conseguía que el público se identificara con aquello que en teoría no debería desear: respiramos tranquilos cuando por fin se hunde un coche con un cadáver, una criada no abre un arcón donde reposa otro cadáver, o un asesino recupera un objeto entre los dedos de su víctima en un camión de patatas. En este caso, los dos amantes protagonistas no son "malos" como arquetipo, pero sí seres humanos complejos, con la virtud de amarse incondicionalmente pero con la debilidad de ser capaces de cometer un crimen. Y es con ellos —sobre todo ella— con quien Malle consigue que empaticemos.

No obstante, pese a momentos de muy lograda tensión, en cuanto thriller el film adolece de unas costuras demasiado visibles en su construcción. La implacable cadena de acontecimientos (relacionados con una cuerda, un ascensor, un coche robado, un malentendido, un arma, etc.) que cada vez atenaza con más fuerza el plan de los amantes, delata una construcción excesivamente mecanicista y forzada (en el uso del suspense, se necesita precisamente la genialidad de un Hitchcock para que la "inverosimilitud" o suma de casualidades no resulte una rémora) e, incluso entendiéndola como metáfora del "destino", resultaría demasiado poco sutil.

Pero Malle también bebió de Bresson, para quien lo visible es la coartada para llegar a lo intangible. Si Bresson busca una mirada "trascendental", Malle se impregna del espíritu existencialista afín a la intelectualidad de su época (que más tarde desembocará en el nihilismo absoluto de "El fuego fatuo"). Es ahí, donde en un thriller convencional diríamos que la trama se estanca o "no pasa nada", que se encuentran, siempre bajo mi punto de vista, los instantes emocionalmente más intensos y que más poso dejan: el desamparo, como anunciaba al principio, de una Jeanne Moreau cruzando calles llenas de coches y escaparates luminosos, perdida en bares abarrotados de parejas, y capaz de transmitir con el primer plano del rostro (algo sólo al alcance de los más grandes intérpretes) toda la complejidad de quien experimenta al mismo tiempo los más profundos sentimientos encontrados.

Pero no estuvo sola. Miles Davis la abrazó y se fundió con su mezcolanza y desolación. Un par de décadas después, Bernard Herrmann haría lo mismo con un taxista solitario de Nueva York.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quim Casals
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