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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
7
Aventuras. Acción. Ciencia ficción El agente secreto James Bond recibe la orden de localizar la nave espacial Moonraker, que ha desaparecido misteriosamente. Sus primeras pesquisas lo llevan a seguir al millonario Hugo Drax, el constructor de la nave. Tras ser capturado por Drax, Bond descubre que el villano posee una base de lanzamiento de cohetes espaciales con los que se propone esparcir un gas tóxico que acabe con la vida terrestre, pero ésta no es más que la primera ... [+]
9 de enero de 2011
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con este film estamos en el reino de las más altas traiciones. No sólo frente al referente literario (para mí una de las mejores novelas de la saga Bond, de la cual la película toma prestados escasos elementos) y, en general, el imaginario de Ian Fleming para con su agente secreto, sino también frente a las características más específicas y reconocibles de Bond como personaje puramente cinematográfico (que podemos identificar con el encarnado por Sean Connery en los primeros títulos, y que también tiene una entidad propia respecto al de los libros: en este sentido, quizás la traslación más fiel de la página a la pantalla se dé en "Casino Royale"). Para más inri, James Bond convertido en el "agente de las galaxias" por el influjo en esos años de "Star Wars", supuso y supone para muchos seguidores el no va más de lo inaceptable.

Y, sin embargo —seguramente porqué no soy especialmente aficionado al Bond cinematográfico—, "Moonraker" es uno de los episodios que a día de hoy paladeo con mayor gusto. Interviene en este caso un factor autobiográfico, ya que las películas de 007 interpretadas por Roger Moore forman parte del paisaje sentimental de mi infancia. Con el paso de los años, no obstante, me desentendí de los films protagonizados por Timothy Dalton o Pierce Brosnan, al tiempo que me aficioné al Bond novelesco y descubrí, con agrado pero sin excesivo entusiasmo, el de Sean Connery, el único de Lanzeby (que aprovecho para reivindicar como uno de los más estimulantes, al igual que la novela), hasta llegar a Daniel Craig, donde el interés resurgió, al menos en la primera película.

El caso es que después de muchos años sin ver los films de Moore, y cuando en los recuerdos se confunden qué secuencias corresponden a cada entrega, posteriores revisiones me revelaron que la mayoría de los momentos que se habían instalado para siempre en mi memoria visual (Bond "volando" sin paracaídas, Bond preso en una extraña máquina centrifugadora, Bond destrozando vitrinas de cristal en una lucha, Bond en otra lucha sobre el techo de un teleférico con el gigantón, Bond "conduciendo" una góndola sobre la Plaza de San Marcos…) pertenecían precisamente a "Moonraker".

Y el caso es también que, en la actualidad, es de todas ellas la que me sigue resultando más entretenida. Y es más que probable, como decía, que ese efecto tenga que ver, curiosamente, con esas mismas traiciones antes enunciadas respecto al espíritu del personaje: el desenfado generalizado (no hay "alta tensión": en cada situación dónde su vida corre peligro, Bond pronuncia una réplica humorística), la autoparodia evidente, la irrisoria exageración del donjuanismo, la absoluta sobreabundancia de inverosimilitud, etc., me proporcionan el inevitable y entrañable placer asociado al cine que tan sólo pretende ofrecer un rato de la más pura evasión.
Quim Casals
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