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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
10
Drama. Ciencia ficción Justine (Kirsten Dunst) y su prometido Michael (Alexander Skarsgård) celebran su boda con una suntuosa fiesta en casa de su hermana (Charlotte Gainsbourg) y su cuñado (Kiefer Sutherland). Mientras tanto, el planeta Melancolía se dirige hacia la Tierra... (FILMAFFINITY)
14 de noviembre de 2011
71 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta reseña es la crónica de un fracaso anunciado. Porqué, ¿cómo decir justamente aquello que no puede decirse? He visto miles de películas, pero solo un puñado las he sentido, las he experimentado, las he vivido como "Melancolía".

Sobre lo visto, podría apelar a las casi sobrenaturales imágenes que impregnan el film, a las soberbias interpretaciones de Gainsbourg y Dunst, a la desconcertante sencillez de planteamiento y desarrollo que alberga un sinfín de complejidades. Podría incluso afirmar que cada vez está más claro que Strauss compuso el Zarathustra para que Kubrick lo usara en "2001", Mahler el Adagietto para "Muerte en Venecia", y Wagner el preludio de Tristán e Isolda primero para inspirar a Bernard Herrmann los motivos de "Vértigo" y, más tarde, para que Trier lo utilizara en "Melancolía".

Pero, ¿y la emoción? ¿Cómo transmitirla? Palabras como escalofrío, palpitación o lágrima pueden dar pistas, pero son sólo reflejos incompletos de los efectos, incapaces de explicar las causas. Mi impotencia es que con ellas no puedo reproducir la congoja que me produjo la danza de la muerte entre el planeta Melancolía y la Tierra, ni cómo comprendí perfectamente los sentimientos más recónditos de Justine y de su hermana Claire (los antagonismos en la ficción no son sino diferentes caras de una misma poliédrica moneda humana con la que todos nos podemos identificar).

Mi acompañante en la sesión y yo compartimos a su término que nos sentíamos anímicamente mucho más reconfortados que cuando habíamos entrado. En esta paradoja, dado lo que se narra en la historia, radica su milagro. Y todo gracias a un niño. No puede concebirse "Ordet" sin el personaje de la niña, y no puede concebirse "Melancolía" sin el del niño, gracias al cual las dos hermanas pueden despojarse de su egocéntrico ensimismamiento autocomplaciente y regalarle a la inocencia una ofrenda de inocencia.

De igual manera, "Melancolía" regala, a quién quiera aceptarla, la ofrenda de un abrazo. Yo me dejé abrazar. Pero, de nuevo, ¿cómo se escribe un abrazo? Y, más aún, ¿para qué?

Quizás parte de la respuesta pueda encontrarse en estos breves extractos del poema "ESCRIBIR" de Chantal Maillard:



escribir

para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos

escribir

para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

(…)

escribir
para decir el grito
para arrancarlo
para convertirlo
para transformarlo
para desmenuzarlo
para eliminarlo
escribir el dolor
para proyectarlo
para actuar sobre él con la palabra


(…)

escribir

porqué crujen las rodillas
y hay como un sueño
esperando ser soñado
justo detrás del dolor

(…)

escribir
porqué alguien olvidó gritar
y hay un espacio blanco
ahora, que lo habita

(…)

escribo

para que el agua envenenada
pueda beberse.
Quim Casals
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