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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
8
Intriga. Thriller. Comedia Julien es acusado del asesinato de su mujer. Su secretaria, que está secretamente enamorada de él, convencida de su inocencia, empieza a investigar por su cuenta para descubrir al verdadero culpable. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2009
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay en esta última obra de Truffaut el gozo irreprimible característico de esas películas, como "Ocean’s Eleven", en qué se nota la complicidad de sus artífices. En este caso, sobre todo, la complicidad de Truffaut con su pareja, Fanny Ardant y con su director de fotografía habitual, Néstor Almendros.

Almendros pudo aquí experimentar a gusto con diversas emulsiones y tecnología arcaica para lograr una fabulosa fotografía en blanco y negro, en consonancia con la tradición del cine negro. También los decorados y el vestuario se concibieron en gamas blancas, grises y negras para ayudar a ese efecto. Pero del cine negro sólo se toma la estética, no así su fondo crítico o cínico. Al contrario, el tono risueño de esta película me recuerda, por ejemplo, al de las apacibles y encantadoras comedias policíacas de Margaret Rutherford recreando a Miss Marple. En esta ocasión, se parte de la premisa hitchcockiana del falso culpable, pero no llegamos a sentir auténtico miedo por el devenir los personajes —porqué enseguida asumimos que el talante de la película es otro—, ni tampoco se torna realmente importante descubrir quién es el culpable. Más bien se trata del simple y puro placer de ver cómo la historia "acontece" ante nuestros ojos; de disfrutar viendo disfrutar a Fanny Ardant como detective amateur, de sonreír viéndola buena parte del metraje con la ropa de época de un ensayo teatral —nuevo homenaje del director al teatro y sutil forma de comunicar que no estamos sino ante una "representación"—; de sonreír también viendo cómo evoluciona la relación con su antagonista —un Trintignant deseoso de trabajar con Truffaut—, una relación llena de buen humor: cómo chasquean los dedos a la vez cuando descubren una prueba, o cómo empiezan a hablar en voz baja sólo porqué ha sonado el teléfono…

Las "últimas películas" de los grandes directores generan una mítica propia y a ésta se la suele englobar al lado de "La trama" de Hitchcock o "Río Lobo" de Hawks, en ese grupo de los finales "indignos" del genio de su autor. Ciertamente, no estamos ante el mejor Truffaut, ni el más característico, ni tampoco el más hondo —cómo olvidar el desgarro emocional de "La habitación verde" o "La mujer de al lado"—. Sin embargo, pienso ahora que precisamente y paradójicamente por su carácter "menor", por ser un divertimento que nace tan sólo de la necesidad y, cómo decía al principio, del placer de filmar, éste me parece un testamento ideal para alguien que, como Truffaut, amaba tantísimo el cine.
Quim Casals
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