He aquí un extraordinario ejemplo didáctico de cómo se debe narrar una historia, de cómo se debe manejar una cámara, cómo se deben montar los planos, cómo jugar con la luz, en definitiva, cómo hacer una gran película en toda la extensión de la palabra. Magnífico trabajo de un maestro de la realización que, casi como nadie, sabe impregnar sus obras de la personalidad que le ha hecho diferente a los demás, de un halo de perfección técnica impuesto de forma tan natural que el espectador nada en un universo idílico de celuloide representado por un desarrollado argumental magnético, sustancialmente atractivo y original, deliberadamente compuesto.

Se trata de la historia de un secuestro, de personajes comunes explotados en tantas otras tramas policiales, sin embargo, después de empaparte con "El infierno del odio" te queda la sensación de que hasta ese momento no habías visto nada igual, ninguna otra forma de cine más interesante y espectacular. Kurosawa en estado puro.