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Voto de Ghibliano:
10
Drama Clifford Groves (Fred MacMurray), es un fabricante de juguetes, cansado de la rutina y con la impresión de no ser debidamente apreciado por su mujer (Joan Bennett) y sus hijos. Se reencuentra con una antigua amiga, Norma Miller Vale (Barbara Stanwyck), a la que no ve desde hace veinte años, y a raíz de ello comienza a replantearse su vida. Su hijo (William Reynolds) comienza a sospechar que puede haber algo más entre ellos. (FILMAFFINITY) [+]
8 de marzo de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida de Clifford Groves parece un camino de rosas. Un matrimonio estable desde hace veinte años, hijos, una casa bonita, un trabajo que le permite ganar un buen sueldo. Todo un entorno idílico y satisfactorio para un hombre que llega ya a la cincuentena y que no podía pedir nada mejor para afrontar su madurez. Todo fachada.

Porque en la película de Douglas Sirk predomina una ironía pesada y difícil de digerir, y sin duda el más claro exponente de ello es esa subversión emocional de la estabilidad de los lazos familiares y del sueño americano en general. La normalidad se vuelve asfixiante, la familia no proporciona el apoyo que necesita Cliff y su apego hacia ésta se va minando, se va sintiendo gradualmente más lejos de ellos. Y entonces aparece Norma. Una vieja amiga a quien no ve desde hace veinte años, por la que siempre sintió un gran afecto. Norma es una solterona desencantada con el ideal que encarna la vida de Cliff, que parece casi un reverso de la situación de éste. Al poco de conocerse, ambos recuperan intacto ese viejo afecto mutuo, la confianza y el apego emocional, y al mismo tiempo comienza a resurgir el amor de juventud entre ellos.

En realidad, sabemos cómo va a terminar esta historia. Un amor súbito y pasajero contra los lazos familiares y el sistema de valores que empujan a aferrarse a éstos está condenado al fracaso. La cinta no rehuye del fatalismo, no sucede un milagro conciliador y no existe realmente nunca la voluntad de abrazar, realmente, el cambio. Lo que hay es una ilusión y una vía de escape, algo temporal que terminará inevitablemente cuando los personajes decidan aterrizar de nuevo en su realidad. Pero sería incluso injusto reducir todo lo que tiene que decir la película a esto, porque en "Siempre hay un mañana" no hay un enfoque exclusivo en la pareja ni una desfiguración del trasfondo familiar como si de un mero contexto sin forma se tratase. Sirk da voz también a los hijos y de manera más indirecta a la esposa de Cliff, y su papel en esta historia es frustrante y doloroso. El miedo a que esta nueva situación destruya la estabilidad familiar y a perder un referente paterno, unido a las dudas de sus primeras experiencias románticas propias, es un discurso lúcido y emotivo, casi tanto como el de Norma y Cliff.

La complejidad de los personajes en relación con el conflicto de la cinta es algo realmente fascinante. Sirva de ejemplo la conversación que mantienen Vince y Ellen con Norma. Cuando una Norma enfadada y cargada de razones arremete contra la falta de afecto que demuestran éstos hacia Cliff, no hay ni una sola palabra falsa en sus declaraciones, porque ella entiende a Cliff mejor que nadie. Pero sus palabras rezuman egoísmo y cortedad de miras, y una simple reacción natural de la joven Ellen la devuelve a la realidad. Así se resume la película, en realidad. No hay buenos o malos aquí, ni posturas inherentemente correctas o incorrectas. Simplemente sufrimiento, miedos o claudicaciones por parte de personajes humanos, empáticos, fruto de su contexto y arrastrados por conflictos constantes entre sus emociones y su escala de valores.

Como corresponde a una historia que no pretende elaborar coartadas morales y emocionales fáciles para sus personajes, ésta no carga las tintas nunca ni se deja llevar por la excentricidad o el shock emocional. Es sobria y calmada, un melodrama elegante que deja espacio para conocer a fondo a sus personajes e individualidades, y que enfatiza siempre en la dimensión humana de todos ellos y en la naturalidad de sus interacciones, apoyada por unas interpretaciones magníficas de absolutamente todos pero en especial de Fred MacMurray y Barbara Stanwyck como la pareja de amantes. La película está, además, rodada exquisitamente, con un notable dominio de las metáforas visuales y un énfasis narrativo en los espacios, los encuadres y la posición relativa de los personajes que alcanza niveles de evocación profunda sin necesidad de gritarlo a la cara; pocas veces, sin ir más lejos, se ha transmitido con tanto acierto la angustia emocional casi asfixiante a través de unos encuadres, una expresión corporal y un espacio amplio que se siente de repente confinado y alienante. Y cada uno de estos elementos, visuales, interpretativos, de enfoque y ritmo narrativo, contribuyen de manera esencial a hacer de "Siempre hay un mañana" una obra maestra imperecedera y un hito del melodrama clásico que se eleva como un prodigio de firmeza y contención narrativa, con un discurso melancólico que resuena siempre con fuerza por su sinceridad.

Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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