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Estados Unidos Estados Unidos · New York
Voto de Lucien:
9
Comedia. Drama Basada en una obra teatral del propio Stoppard. Narra la historia del príncipe Hamlet a través de dos personajes secundarios que aparecen en el drama de William Shakespeare. (FILMAFFINITY)
9 de julio de 2011
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom Stoppard lleva a la pantalla grande una de sus mayores obras teatrales. En ella, hace que los secundarios Rosencrantz y Guilderstern se conviertan en el punto de vista de los hechos que rodean la tragedia de "Hamlet".
Los méritos del film son muchos.
En primer lugar, asombra la brillantez con que Stoppard da formato fílmico a la pieza teatral. Por supuesto, habrá quien diga que las candilejas son visibles. En mi opinión, Stoppard habla del teatro convirtiéndolo en algo que no es meramente escénico sino que ha sido hábilmente traducido al lenguaje fílmico.
En segundo lugar, no puedo sino aplaudir la brillantez de los diálogos, de los conceptos que se despliegan y la auténtica lección de ritmo que dan los actores Tim Roth y Gary Oldman. Todo actor, profesional o amateur, debería comprobar la genialidad de ambos.
En tercer lugar, me ha parecido maravilloso el modo en el que Stoppard plasma el existencialismo. Como hiciera Beckett en "Esperando a Godot", Stoppard ofrece al espectador una reflexión sobre el sentido de la humanidad a través de dos Don Nadie. Como espectadores seguimos la evoución de Rosencrantz y Guildenstern, de la confusión a la desconcertada asunción de su trágico destino sin sentido.
Fíjense cómo el director introduce tres cuestiones:
1. Rosencrantz y Guildenstern confunden su identidad durante toda la película. El tema del ser, el yo y la memoria aarecen continuamente y de manera humorística representados. Continuamente tratan de buscarle sentido a lo que hacen a través de la memoria y de la comprensión de quiénes son. Una respuesta de tal trascendencia, la cuestión de la identidad y su sentido, queda al final prácticamente irresuelta. Ambos son los Vladimir y Estrogon de Beckett. Pero su Godot es Nadie, Destino y Muerte. Así se lo hace ver el director de la compañía teatral.
2. Ambos protagonistas no se comprenden. Son lados de la inteligencia humana que no se concilian: Rosencrantz (Oldman) es el empirismo y la razón práctica; Guildenstern (Roth) la razón lógica y el racionalismo. Representan, por tanto, las dos escuelas fundamentales de la filosofía occidental. La imposibilidad de verse y de comprender les conduce a no ver el destino que les viene encima.
3. La obra da lugar a una estructura en forma de cajas chinas, donde, como en "Sinécdoque New York", podemos concluir que la vida se repite en un teatro sin sentido.
Una obra maestra, pues, que recomiendo a todo amante del teatro, del cine y de Shakespeare.
Lucien
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