La intriga es dispersa, tengo la sensación de que el final es insatisfactorio y no se aclara nada. A lo largo de la película los detectives (estupendos Matthau y Dern: seco y directo el primero, más dicharrachero pero igual de duro y expeditivo el segundo: además doblado por el gran Rogelio Hernández) interrogan a muchos maleantes, pero no me ha quedado clara la implicación concreta de cada uno de ellos en la masacre del autobús: todo es muy difuso y se basa en conexiones de A conoce a B, que a su vez ha visto a C, que hará un par de años hizo negocios de dudosa naturaleza con el tipo D, el que cada cierto tiempo y sin que quede muy bien explicado tiene por costumbre subir a los autobuses y abrir fuego indiscriminadamente.

Aún así la película tiene detalles por los que merece ser vista: diálogos, interpretaciones y el realismo urbano de San Francisco de los 70, el vestigio de una época.